«El caso de los anónimos»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CRÓNICA CIUDADANA

PONTECESO

26 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Agatha Christie dedicó una de sus novelas a los anónimos que pueden convertirse en armas más mortíferas que una daga porque estos escritos ponzoñosos y sin autor conocido los carga el diablo. En el aparentemente pacífico Lymstock, el pueblecito en el que transcurre la historia, mucha gente guarda secretos. El planteamiento es tan sencillo que puede ocurrir en cualquier lugar, incluso en la Costa da Morte.

En la campiña británica hay lugares como esos, donde los vecinos se saludan y se hablan hasta que se introduce en sus relaciones la desconfianza y el miedo. A partir de ese momento se suceden todo tipo de hechos truculentos, como corresponde a la reina del suspense, desde un suicidio a un asesinato, aunque lo peor, incluso más que la pérdida de vidas humanas, es la desazón que deja en toda la comunidad saber que cualquier detalle de su vida puede ser utilizado para hacer daño, tanto que alguno elige morir antes que sufrir delante de toda la comunidad.

Hay alguien en Corme que está jugando a ser un personaje de Agatha Christie. Si fuera aficionado a las novelas de la prolífica escritora británica seguramente habría elegido otro papel, porque cualquiera, incluso el del mayordomo asesino, es mejor que aquel que no se atreve a encarar los conflictos y como una víbora amenaza con exponer los mismos defectos y fallos que él mismo tiene, pero acrecentados por el hedor de la cobardía.

Cuando para acallar al que critica en defensa de la comunidad es necesario acogerse al anónimo escrito con bilis es que pocos argumentos tiene el que actúa de este modo y no solo se está exponiendo a sí mismo sino también a aquellos que cree defender porque es posible que el arma le explote en la cara.

Cuando se vive en un pueblo tan pequeño como el Lymstock que creó Agatha Christie se conocen casi todos los secretos porque muchos de ellos son compartidos. Lo mismo sucede en la Costa da Morte. Las irregularidades urbanísticas o la ligereza en cuanto a las normas de pesca y marisqueo son tan habituales que es muy poco probable que no haya ningún vecino que en un momento dado no haya traspasado la línea roja en alguno de ellos o en los dos. Todos somos humanos y es difícil no saltarse algunos artículos de las leyes cuando se han normalizado tropelías mucho peores a base de años de mandatarios locales más interesados en el voto que en la legislación.

El anónimo con palabras mayores habla de maldad y de cobardía, corroe personas y comunidades porque el autor puede ser cualquier. ¿O no? Cualquiera no sabe determinadas cosas ni defiende a quienes mandan. Al final, todos saben quién están quien.