O Roncudo, una atracción turística

Sheyla Bermúdez / X. A. CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

Ana García / Sheila Bermúdez

La apertura de la zona de los mejores percebes para la fiesta del sábado concentró a gran cantidad de curiosos

13 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Son las 12.30. El cabo Roncudo está repleto de coches. No hace falta fijarse demasiado para ver que las rocas están llenas de percebeiros. Las olas rompen con mucha fuerza en las piedras. El vigilante, Orente, de muy buen humor, controla la operación. Se encarga de que las 24 o 25 personas que están mariscando en ese momento no salgan con más kilos de los permitidos. El cupo está en 6 kilos. Andando hacia las piedras, un poco más cerca del mar, hay varios grupos de personas. No son mariscadores ni periodistas. Es gente que viene de otros lugares de España de vacaciones. Aprovechan para ver a los profesionales sorteando los embates del mar. Hay turistas de Madrid, de San Sebastián, de Pamplona... Todos observan atentamente las embestidas de las olas. Están maravillados contemplando el espectáculo. Viene una ola: «Correde!», se escucha. Todos los mariscadores saltan de una roca a otra para que no los coja la garra del Atlántico. Sin embargo, uno de los que están fotografiando el espectáculo queda empapado de arriba a abajo. Una ola más grande de lo esperado le pasa por encima. El pelo, el chubasquero, la cámara, la mochila... Toda su indumentaria está goteando.

Poco después, empiezan a salir los mariscadores para escoger los percebes. «Os pequenos apartánse, e os grandes, para a saca». Los percebeiros se sacan el buzo mientras se ríen entre ellos. Ha sido un buen día. Hay turistas que se acercan a observar cómo los seleccionan. Otros bromean con que si se los venden. Ellos continúan apartando los ejemplares más pequeños mientras esperan a que Orente les pese los sacos para irse a comer.

«Este traballo non o quere ninguén». De camino al coche, María Lista, percebeira desde hace veinte años, explica que la mayoría de los mariscadores son gente mayor. Las mujeres de Corme han sido toda su vida percebeiras. Hace cien años, los hombres no iban a buscar estos crustáceos. Pescaban en los barcos. Ser percebeira es un trabajo durísimo y bonito al mismo tiempo. Ayer faenaron desde las 11.30 para la Festa do Percebe de este sábado. «Mentres o poida contar, non pasa nada», dice. Con el mar picado y algún que otro susto, han arriesgado sus vidas una vez más para coger los mejores ejemplares de O Roncudo.

«Esperemos que non baixen de 60 euros o quilo», apuntan. Son optimistas al remate de su jornada laboral. Esperan que su trabajo sea bien pagado, ya que sus vidas corren peligro en todo momento. Pese a eso, el martes se vendieron varios lotes de percebes a entre 35 y 40 euros. Poco precio para tanto esfuerzo, con espectáculo incluido. Confían en que hoy, en el Muro, los compradores sean más generosos.