«Aprendín a tocar cunha pandeireta de plástico»

Patricia Blanco
Patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

VIMIANZO

José Manuel Casal

Natural de Reparada, en Salto, asegura con decisión: «A miña vida é impensable sen música». Tiene 32 años y una voz que va directa al corazón. Todo lo que sabe lo aprendió de forma autodidacta. Todavía recuerda emocionada aquella «pandeireta de verdade» que un día llegó a sus manos. Le gusta «conectar coa xente» y por eso también hizo teatro

13 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Irma Macías Suárez tiene muy clara una cosa y, además, la dice en una frase redonda: «A miña vida é impensable sen música». La acompaña siempre, desde que se levanta hasta por la noche. Cuando le cuesta dormirse, pone los cascos y escucha. Música, música siempre, «sempre que se poida». En la ducha, en la casa, desde que amanece. Irma, natural de Reparada (Salto, Vimianzo), canta y toca la pandereta. Empezó a ir a clases de guitarra y le encantaba («aquelas horas eran para min»), pero lo fue dejando por otras obligaciones. Por lo demás, todo en ella es autodidacta, todo lo aprendió «ensaiándome a min mesma», «practicando e practicando». Su voz emociona. Mismo parece que Irma guarda una caja musical en el pecho: la gente le dice que tiene «un don» y ella está profundamente agradecida por eso, aunque nunca se planteó hacer de su pasión un oficio.

En el hogar natal de Irma -sigue viviendo en Reparada- había hace mucho tiempo un maestro de escuela. Todavía hay quien le dice que es increíble «como resoaba naquela casa». Su abuela cantaba muy bien, coplas y regueifas, y su abuelo era gaiteiro, «pero tamén cantaba moitísimas cancións de misa». Irma recuerda las noches con él en la lareira, viendo cómo tocaba y cómo cantaba: «Algunha vez quedaba no pasillo, escondida, para non molestalo, mirando». «El cantaba na misa, non tiña vergonza, cantaba moi alto...», evoca. Recuerda el gran descubrimiento que fue para ella la iglesia: «Eu vía que alí a xente cantaba, como algo normal, e aquilo sorprendíame moito. ¡Ah, pero neste lugar pódese cantar!, pensei». Así fue empezando también ella, en la iglesia, y aún a día de hoy lo hace, en oficios religiosos especiales. Es lo que más le gusta y llena. Con la compañía de Joaquín a la guitarra, al que agradece, no deja indiferente a quien la escucha. Con la misma emoción rememora un regalo de Reyes que le llegó siendo muy niña: «Unha pandeireta de plástico. Aprendín a tocar con ela, mirando para meu avó». Por parte de este también tiene una tía copleira, Dolores Macías. Siendo algo más mayor, a Irma le regalaron «unha pandeireta de verdade». Fue algo grande.

Quien recuerda a Irma la recuerda siempre cantando, desde niña, y con la pandereta a cuestas cuando había algún festival en el colegio. Si el bus tardaba algo, los amigos le pedían alguna pieza ya en la parada. Y su voz llegaba a las casas. A los compañeros de ayer y de hoy les agradece el haberla animado a seguir con su afición: «Se imos de cea din: Irma, veña, canta! E así vou. Teño que agradecerllo á familia e aos amigos, porque sempre me animaron a mellorar eu mesma». Siendo pequeña, una profesora de música le dijo a su madre que tenía muy buen oído para la música, y que debía hacer por desarrollarlo. Quizás, el conservatorio. Sin embargo, entonces no se dieron las circunstancias para seguir por ese camino -«á miña avoa acababan de operala de cancro»- y, más tarde, «xa me fixen maior».

«Cando canto, teño que sentilo»

«Non teño ningún tipo de formación como tal», concluye Irma. Pero sí tiene algo muy claro: «Eu, a música, síntoa. Cando canto unha canción, teño que sentila. A xente dime que lle transmito e para min é incrible. Facer algo que che gusta, e que os demais reciban ese sentimento...». Cuando escucha cantar a alguien, siempre piensa «que ben o fai, eses redobles de voz, todo». «Son moi esixente comigo mesma. O meu cantar é de andar pola casa», abunda. Siempre cree que tiene mucho que aprender del de al lado y admite que, aunque le encanta tener al público enfrente, «póñome moi nerviosa». Irma trabaja como dependienta en Vístete Kids (Vimianzo), también de cara a los demás y, de hecho, tanto le gusta «conectar coa xente», que hizo sus pinitos en el teatro. Pasó por el grupo de Salto y por la compañía Badius de Baio. El Concello vimiancés, al que quiere dar las gracias, organiza galas de artistas locales y también festivales en los que, además de con Rosa, Jaime o Suso, otros cantantes aficionados, cuentan con ella: «Bríndame a oportunidade de subir a un escenario».

«Ser nai cámbiache as prioridades»

En su casa ya están «acostumados» a verla siempre cantando, tarareando, escuchando música. Dice que su marido, Juan, la apoya y anima en todo. Irma tiene 32 años y, desde hace algo más de tres, una gran ilusión diaria, su hija Arancha: «Ser nai é o mellor regalo de Deus. Cámbiache a vida, cámbianche as prioridades. Cando che di mamá, ou esas pillerías que teñen agora os nenos... Teñen un desenvolvemento mental que non tiñamos os do noso tempo». También la pequeña Arancha va haciendo sus pinitos: «Canta de fondo», ríe Irma, cuya voz sonó en el homenaje a Antón Mouzo, recientemente. Suele acudir asimismo a la fiesta anual de homenaje a los mayores, en Vimianzo, pero este año no pudo ser por motivos laborales.

Pese al «rápido ritmo de vida que todos levamos hoxe en día», la joven vimiancesa siempre saca ratos para escuchar música. Le gusta mucha, y muy variada. Si tuviese que elegir voces próximas a la tierra, citaría las de Rosa Cedrón o Dulce Pontes, pero igualmente siente la fuerza de Mónica Naranjo o la de Alicia Keys, a nivel internacional. «A min gústame moito estar buscando sempre cancións para cantar», explica. Ya pasaron años desde que aquella pequeña se escondía en el pasillo para ver cantar a su abuelo, pero todavía hoy hay quien le confiesa que ya la viene siguiendo desde que era una niña:

-¡Que ben cantas, Irma!

-¿Pero vostede logo onde me escoitou?

-Xa de nena, cando cantabas na parada, eu saía á ventá.

Ciertamente, recordar a Irma sin música es impensable.