Balbina Rodríguez: «Vimianzo foi de moitos accidentes graves, cada fin de semana había algo»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

VIMIANZO

ANA GARCÍA

Persona con historia | Fue durante 27 años una de las enfermeras del centro de salud

14 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado mes de julio hizo un año que Balbina Rodríguez Turnes (A Baña, 1957) se jubiló como enfermera del centro de salud de Vimianzo, pero asistió a la última cena que organizaron sus compañeros y sus pacientes aún la echan de menos, aunque ella no quiera decirlo. Cuando cumplió la edad para retirarse llevaba 27 años en la capital de Soneira, llevando dos cupos, uno de ellos de personas de muy avanzada edad, por lo que era habitual tener que desplazarse cada día a al menos dos domicilios, lo que en un municipio con una población tan dispersa son muchos kilómetros. «Se os xuntase todos en liña recta non sei onde estaría», dice. No ha contado las distancias, pero sí los coches. El que tiene ahora es el sexto de su carrera de enfermera que comenzó en Aranga, donde estuvo doce años.

Después de tres meses en Negreira en comisión de servicios ya empezó en Vimianzo. Empezó viviendo allí, con una compañera, por las guardia localizadas. «Daquela vías de todo, non había hospital en Cee e paraban os que viñan de Fisterra», explica. Tampoco existía el 061 todavía. Lo que más recuerda son los siniestros de tráfico. «Vimianzo foi de moitos accidentes graves, cada fin de semana había algo», recuerda. Lo peor, explica, es que en buena parte de esos choques estaban implicados chicos muy jóvenes, «mociños». «Fas o máximo que podes facer e quedas co corpo moi mal», señala. «Se non coñecía aos rapaces porque lles puxera a vacina coñecía os pais», recuerda. Curiosamente, ella había empezado su carrera al borde de la Nacional VI, aunque entonces la mayor parte de los heridos y fallecidos, que también eran numerosos, iban a Betanzos.

Además, Balbina ha hecho en la mayor parte de su vida laboral mucha carretera porque a la asistencia en domicilio tenía que sumar los más de 90 kilómetros que hacía desde su casa hasta su puesto de trabajo, casi siempre de noche. Reconoce que sigue levantándose a las seis y media ya por pura costumbre. Antes de las ocho estaba en el centro de salud de Vimianzo y no salía hasta las tres.

Lo más complicado era encontrar las casas de los pacientes, sobre todo al principio, cuando no había un GPS del que echar mano. «Pedíalle a un familiar que me guiara, polo menos a primeira vez, ou preguntaba», explica. Todo eso lo hacía con su coche particular y ni siquiera le pagaban el gasto de gasolina. «Se tiñas un accidente, tiñas que reparalo ti», señala.

Vimianzo es un centro de salud con mucho trabajo y aunque ha aumentado el personal es muy difícil tener algo de descanso durante la jornada. La suya empezaban con las extracciones, que se volvieron diarias, y continuaba con la atención a una media de 30 pacientes al día.

El covid lo trastocó todo. «Pasámolo moi mal. Ao principio faltábanos un pouquiño de material e non sabías a que ías», recuerda. Como sus compañeros no paró de trabajar aunque reconoce que pasó miedo, por ella misma y porque vivía con sus progenitores y su padre tenía varias patologías. Lo acabaron pasando todos en casa, aunque los síntomas más leves fueron precisamente los que sufrieron los mayores.

A lo largo de todos estos años de trabajo ha terminado por trabar relaciones tanto con los compañeros, a pesar del mucho trabajo que tienen, como con los pacientes. «Chamábanme por teléfono e eu xa sabía, aínda que non mo dixeran, quen era, de qué casa, os apelidos e mesmo os anos que tiña», explica. Ese conocimiento lo daba «o trato de tódolos días», comenta.

«Cando empecei tiñas que comprar ti todo, ata a padiola, tiñas que montar a consulta»

Balbina nació y vive en A Baña. Es la única hija de una pareja que se dedicaba al campo, pero que quiso que la niña estudiara y a los 11 años ya la tenían interna en un colegio de Santiago. Iba para Magisterio, pero enseguida cambió para Enfermería y la suya fue la segunda promoción de Santiago. Unas doscientas personas estudiaron con ella.

El primer año fuera de casa lo llevó mal. Echaba de menos su casa y los mimos. Pasó de eso a una habitación para 30 niñas, pero terminó acostumbrándose, a eso y a expresarse en castellano en clase, aunque con las compañeras seguía hablando en gallego.

Su primer destino fue Aranga. Entonces no había ni centro de salud y los sanitarios tenían que alquilar una vivienda. «Cando empecei tiñas que comprar ti todo, ata a padiola, tiñas que montar a consulta», recuerda.

Pasó allí doce años, pero al principio fue difícil. «Vas asustada. Era unha rapaza nun pobo pequeno. Tiña que ir aos domicilios e recordo que incluso nevaba», explica.

De hecho, esa relación estrecha con la carretera le ha durado toda su carrera. Los inviernos en Galicia pueden ser muy complicados y Balbina ha sorteado temporales de todo tipo para llegar tanto a su puesto de trabajo como a las casas de sus pacientes.

Incluso al principio de estar en Vimianzo ni existía el centro de salud actual ni había móviles. Si tenía que salir durante la guardia dejaba una nota en la puerta diciendo dónde se encontraba y al que había acudido en su busca no le quedaba otra que esperar o marcharse al hospital. El más cercano estaba entonces en A Coruña.