Luces de neón y canibalismo de diseño

sabela pillado

CULTURA

Después del pelotazo de «Drive», Nicolas Winding Refn estrena «The neon demon»

07 dic 2016 . Actualizado a las 08:01 h.

Nicolas Winding Refn, respetable director desde el pelotazo de aquel Drive con el que se ganó la devoción de crítica y público, estrena, varios años y unas cuantas duchas de ego después, nuevo filme. Cuenta este con la virtud (o defecto, para muchos) de no dejar indiferente, suscitando opiniones encontradas en su paso por Cannes y Sitges, en su mayoría airadas respuestas de críticos que han considerado este filme como un ejercicio onanista en el que su director se ha perdido por vericuetos fundamentalmente narcisistas.

Cierto que no es un plato cinematográfico para todos los gustos, pero quedarse con esas reacciones resta, en la opinión de la que escribe, el poder apreciar realmente una pieza deslumbrante de argumento no por simple (aspirante a modelo de 16 años llega a la ciudad, comienza su ascenso y pronto será literalmente engullida en el proceso), menos efectista.

Película sicalíptica de neones deslumbrantes y espejismos fluorescentes, estética posmoderna y referencias nada veladas al cine de Lynch o Dario Argento, The Neon Demon es visual, metafórica, por momentos autocomplaciente, pero cuenta con planos de gran belleza formal y un mensaje contundente sobre la ambición, la vanidad, y la jungla humana en la cual los depredadores (aquí modelos plasticosas de medidas perfectas y piernas infinitas) devoran a las presas que invaden su territorio.

A medio camino entre el vídeo musical, un anuncio de perfumes de Gucci (el propio director firmó uno de ellos) o un catálogo de lujo para Vogue, su fábula de -no tan inocente- Caperucita devorada por los lobos, gana puntos cuando se deja de metáforas y pasa a adaptar literalmente su mensaje, canibalismo de alta costura mediante, con un contundente fin de fiesta donde composiciones enfermizamente perfeccionistas se dan la mano con el gore esteticista. Y es que este es un filme que debe disfrutarse, ante todo, como una experiencia sensorial.