Golpe al estómago americano

eduardo galán blanco

CULTURA

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El fundador trata la figura de Ray Kroc, interpretado por Michael Keaton, hacia el éxito

12 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El neoliberalismo y la ambición son el auténtico tema de El fundador. Y no, no se trata de un comercial hecho para desagraviar -de Supersize Me o de Fast Food Nation- a la franquicia de comida rápida McDonald’s, maquinaria que todos los días alimenta a uno de cada diez habitantes del planeta.

La película abre y cierra con un primerísimo plano fijo de Ray Kroc, interpretado por Michael Keaton -soberbio- hablándole a la cámara durante dos minutos. Dieciséis años separan los dos discursos. En uno, el viajante de batidoras intenta vender el producto de cinco brazos para que un restaurante de mala muerte de Misuri aumente la rapidez de sus no-pedidos. En el otro, el ya triunfador hombre de negocios prepara un speech frente al espejo, para soltárselo al gobernador de California, Ronald Reagan.

Entre las dos arengas está la historia del ascenso de un codicioso obsesivo, situado en las antípodas del Tucker de Coppola, para el que la palabra clave, sacada de un disco de autoayuda, es «persistencia», y al que le interesan muy poco los afectos. Pues la traición es un medio más para alcanzar un fin que nunca llega en realidad, porque no existe meta. Por el camino, el protagonista se separa de su mujer y se casa con la de su socio, porque «los contratos son como los corazones, están hechos para romperse», tal y como les comunica a los McDonald, que idearon en los años cincuenta la hamburguesa, las patatas fritas y el refresco servidos en medio minuto. Los actores de carácter, John Carroll Lynch -el Lyndon B. Johnson de Jackie-, enorme en todos los sentidos, y el camaleónico Nick Offerman -gran tronado de la segunda temporada de Fargo-, son los hermanos desposeídos por Kroc de su «invento», e incluso de su nombre.

Mejor que Jobs o El lobo de Wall Street, El fundador es la notable película de un director mediocre que parece reconvertido a autor tras la también óptima Al encuentro de Mr. Banks, otra reflexión sobre la ambición, donde la creadora de Mary Poppins se dejaba tentar por el vendedor del sueño americano por excelencia: Walt Disney.