El futuro del Finisterre

A CORUÑA

27 oct 2014 . Actualizado a las 17:03 h.

Las buenas noticias de la semana llegaron del plano económico. La venta del hotel Finisterre y las cifras de la Encuesta de Población Activa, que colocan la cifra de parados por debajo de veinte mil en la ciudad, son algunas de esas novedades que dan aire a los que creen más cerca el final de la crisis que el inicio de la tercera recesión.

La venta del Finisterre ha disparado las suspicacias de Xosé Manuel Carril, el portavoz del BNG, que intuye un pelotazo urbanístico en un espacio que se encuentra en estos momentos en concesión, hasta el año 2027, al menos. La transacción tiene más que ver con las necesidades de capitalización del Banco Popular tras su proceso de absorción del Pastor, propietario original de la concesión administrativa de la Autoridad Portuaria.

Los mensajes sobre el mantenimiento de la actividad actual, tanto del hotel, el único cinco estrellas de la ciudad, como del club social de La Solana, se han sucedido, por el desconocimiento sobre las intenciones de los compradores. El argentino con raíces gallegas Gustavo Alejandro López Patto, que ya participa en la gestión del hotel Emperador madrileño, y el berciano Antonio Rey Alba, también con vínculos en el sector, han proclamado la intención de mantener la actual hoja de ruta, aunque habrá que ver si los réditos de la operación -12,5 millones de euros por los poco más de doce años que restan de concesión- compensan el desembolso o si, como teme Carril, hay una operación urbanística de carácter especulativo en marcha.

Capital de servicios. De entrada, los datos de ocupación hotelera demuestran que A Coruña se ha convertido ya en la ciudad con más pernoctaciones de Galicia. Y las perspectivas a medio plazo abogan por hacer de la capital ártabra un polo de atracción no solo para congresos y turistas convencionales, sino también en nuevas áreas, como las vinculadas a la sanidad o la cultura. Y ahí, la marca cinco estrellas es un privilegio casi único.

Contraprogramación rupturista. Con las fusiones de los partidos políticos pasa lo mismo que con las de los ayuntamientos. El planteamiento es asumido mayoritariamente en el plano teórico, pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Que se disuelvan los otros, viene a ser la respuesta. Y mientras tanto, los supuestos rupturistas siguen sin ser capaces de ponerse de acuerdo e incluso se contraprograman. Como ocurrió ayer. La Marea sufrió su primer gran pinchazo con un acto en la plaza de Pontevedra al que acudieron apenas dos decenas de personas, mientras Izquierda Unida, uno de los soportes sobre los que aspira a levantarse la ola rupturista, hacía un encuentro a la misma hora en el Paraninfo con algunas de sus grandes estrellas, como la viceportavoz de AGE, Yolanda Díaz, Alberto Garzón o Lara Hernández. Habrá que ver cómo evoluciona ese desencuentro una vez que el BNG ya le dio el portazo a esa presunta alternativa y Podemos sigue con su debate hamletiano sobre el ser o no ser candidatos en las municipales. Mientras tanto, en la acera derecha, se ha producido una curiosa reaparición, al menos en el mundo virtual. Javier Escribano, el parlamentario que tuvo que dimitir al verse salpicado por la operación Arena, aunque fue exculpado por los tribunales, ha estrenado una web con su propio nombre desde la que ofrecerá su opinión de los asuntos de actualidad. ¿A la espera de un posible retorno a la primera línea?

Sacristán, un guía para salir del desierto

Uno de los nombres de la semana es el de Julio Sacristán. El sempiterno alcalde de Culleredo anunció ayer de forma oficial en Santiago lo que era un secreto a voces dentro del PSdeG. Se presenta para reconstruir el destrozo que el exministro de Justicia Francisco Caamaño ha hecho en el último trienio. Sacristán lo ha vivido de cerca como miembro de su ejecutiva y como uno de los pocos que intentó reconducir la deriva de Caamaño para acercarlo de verdad a los votantes. Sacristán es la antítesis de lo que está de moda en su partido —y en algunos otros movimientos populistas— en estos momentos. No es alto, ni joven. Tampoco cambia de discurso de la mañana a la tarde ni llama a los programas de vísceras. Y, encima, está acostumbrado a ganar elecciones desde hace casi tres décadas., un valor que, como suele recordar el histórico Paco Vázquez, debería cotizar al alza en un partido que no ha parado de perder votos en el último lustro en todos sus feudos. Muy mal ha tenido que ver las cosas dentro de su partido Sacristán para dar el paso a la primera línea tras muchos años alejado de la misma por sus diferencias con los alcaldes de A Coruña y sus adláteres. Ahora, con el partido más dividido que nunca, le tocará coser heridas y constituir una alternativa seria con la vista puesta en recuperar la Diputación.