Los supervivientes del fango

Toni Silva SADA / LA VOZ

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

La playa de Sada es un lodazal que dificulta la labor de los 8 mariscadores, que recurren a tablas de surf para no hundirse mientras recogen almeja

27 oct 2014 . Actualizado a las 11:08 h.

Son ocho aunque en la imagen de arriba solo vean seis. Sinda lleva meses de baja. Y a unos cien metros de donde el fotógrafo Paco Rodríguez hunde sus botas en el barro para retratar a los mariscadores, se encuentra Iván recogiendo almejas desde una tabla de bodyboard. Esta herramienta para surcar olas es aquí un medio de transporte para trabajar sobre los lodos. La tabla les permite reptar. El avance es lento. Por eso Iván no se asoma para salir en la foto. Perdería buena parte de la mañana. Y no vale una tabla cualquiera. Debe ser «de las buenas». Si se rompe, los compañeros llamarán a Emergencias. Es la tiranía de los lodos.

Pero a este fango negro le queda poco en la playa de Sada. Este equipo de mariscadores dejará provisionalmente su trabajo para colaborar en las labores de regeneración del arenal. Más de 300.000 metros cúbicos de arena cruzarán la ría desde Ares para ser depositados en la playa de las Delicias. El río será canalizado hasta el mar, y la nueva tierra humanizará la playa hasta el punto de poder permitir el baño. De paso, se incrementarán las plazas de mariscadores sobre un suelo mucho más estable y donde se sembrará la almeja fina, más cara y rentable que la japónica, la especie que hoy domina este lodazal. «El relleno será algo muy bueno para nosotros», explica Fernando Ucha, de 41 años, nuevo en las labores de marisqueo. En una reunión reciente entre Costas, el Concello de Sada y la cofradía, se determinaron las condiciones de las obras de regeneración de la playa y posterior explotación. Fernando y sus compañeros están esperanzados. Además de ayudar a extender arena cuando toque, podrían gozar de permiso para recoger algas, erizo y gavilán. Y, por supuesto, deberán continuar con las labores de vigilancia. Porque furtivos, haberlos haylos. «No entiendo cómo algún local de hostelería puede comprar almejas sin depurar», dice Fernando, residente en Sada, pero oriundo del barrio coruñés de Monte Alto. «Como un día muera alguien intoxicado por una negligencia así todo el sector en Sada también acabará». Ellos cumplen a rajatabla con las medidas y los controles. Depositan las capturas en la orilla, donde un vehículo de la Xunta traslada el marisco a la depuradora de O Pedrido. La combinación de mareas y luz diurna les permite trabajar una media de quince días al mes. Y confían en que, tras la regeneración de la playa, el trabajo se consolide en el este rincón del golfo Ártabro. «Será más espacio físico y podremos acceder a zonas que hoy son totalmente inaccesibles», apunta Fernando. Pero seguirá siendo un trabajo duro. «Duro no, durísimo», espeta Maruja Gómez, vecina de Bergondo desde hace dos décadas. «El cambio de playa nos vendrá bien, con tanto fango es difícil trabajar. Aunque aquí también se hicieron muchos cuartos», dice.