Las reinas de Betanzos

Sergio Pascual PERIODISTA

A CORUÑA

10 may 2015 . Actualizado a las 22:18 h.

Si me sentara en el diván de un psicólogo su diagnóstico sin conocerme sería: varón, altura media, edad adulta, periodista, perteneciente a la generación perdida («ojalá» pensaría yo, viéndome sentado en la misma mesa con Fitzgerald o Steinbeck) de futuro incierto y complicada tendencia a la felicidad.

El pronóstico sin embargo estaría claramente alejado de la realidad y les cuento el porqué, si es siguen ahí enfrente. Soy feliz con lo que hago y si mi generación tiene un nombre es la del reto, la de la oportunidad, la del reencuentro. Y subiendo España, al fondo a la izquierda (visión castellana del mapa peninsular), llega Betanzos. Con la maleta medio vacía y el billete sin sellar, descubrí un territorio nuevo, que dejaría ya irremisiblemente mácula (positiva) en mi mente. La primera conclusión que extraigo y todavía permanece es que Betanzos es femenina. Es nombre de mujer, de capital, de ciudad que acoge a caballeros, de historia con muchos capítulos que contar. Betanzos es esa mujer paciente, que pese a los vaivenes se mantiene erguida y con el mentón alto, como si a ella los golpes dolieran menos, aunque duelan y la nostalgia pese menos, aunque casi le ahoga. En fin, que mi historia con Betanzos es un idilio con nombre de mujer y de mujeres, que por cierto, sería inaudito la concepción de este artículo sin otra mujer que reside en tierra de castillos y leones. Tras esta prolija introducción, pasaré a describir a las reinas de Betanzos. 

Las conocí hace ya más de medio año pero descubrirlas ha sido como esperar esa llamada que lo cambia todo o esa señal que necesitas para seguir. Son cinco, con chófer particular, que cada martes, el día que las veo, demuestran la insignificancia de muchas de nuestras preocupaciones cuando estamos a su lado. Cada palabra, cada sonrisa, cada lección aprendida es una puerta abierta ventilando el maloliente edificio al que hemos llamado mundo como podríamos haberlo llamado lodazal o ciénaga. Entran triunfantes, con su sonrisa de corona y repartiendo abrazos como si su lenguaje no precisara de palabras. Un idioma emocional que llena y completa a los que la rodeamos y que además, a ellas las convierten en seres tremendamente felices. Viven allá arriba, en el Betanzos que todo lo ve, alejadas del ruido y dando paz, trayéndonos su alegría como si nuestras bombillas solo se recargasen así, ¿lo hacen? 

Puede que sí, puede que Lola, Mercedes, Belén, Encarna y Pili, sean un manantial tan enorme e inagotable que la energía solo se acabará cuando ellas quieran. Ellas son las reinas de Betanzos desde su palacio de Pai Menni. Las que deberían mandar en la ciudad en la que los caballeros escribían de mujeres. Corrijo, de grandes mujeres.