Algo va mal cuando en A Coruña sigue creciendo la cifra de desempleo

Rafael Arangüena PLAZA PÚBLICA

A CORUÑA

05 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

omando prestado el título de ese memorable testamento político salido de la pluma del inolvidable Tony Judt, hoy nos sirve para repasar lo que ha representado en términos económicos el último año para nuestra ciudad. Inmersa como el resto de su entorno en una crisis económica que no termina de despejarse, mientras prosigue el goteo de cierre de empresas y el mar de dificultades en el que se mueven los trabajadores autónomos en su quehacer diario, podemos ver cómo en nuestra ciudad se siguen bajando más persianas de las que se levantan poblando el casco urbano de restos de lo que en otro tiempo fue actividad económica; esto está pasando en la considerada hasta la fecha como la ciudad más pujante de Galicia.

Este diario nos recordaba hace días que la inversión municipal de enero a julio del 2016 por parte del Ayuntamiento era la más baja del último lustro y a su vez las últimas cifras de empleo señalaban con el dedo a nuestra ciudad que, en pleno período de disminución estacional del paro, incrementaba el número de desempleados.

Todas las cifras indican que la otrora pujanza económica se está debilitando a marcha forzada con el consecuente correlato de pérdida de puestos de trabajo y de pobreza. Poco podemos hacer desde las asociaciones que conformamos el tejido social ciudadano más allá de denunciar la falta de rumbo en el que está inmersa la ciudad; una falta de rumbo producto de una falta de liderazgos creíbles y solventes capaces de atisbar un proyecto común de futuro y tirar del cuerpo social hacia ese objetivo compartido.

La desaceleración en la que los datos indican que está inmersa nuestra ciudad nos está costando mucho dinero a los ciudadanos, precisamente porque en dinero se miden las oportunidades perdidas, los proyectos abortados, las ilusiones de todos aquellos que queriendo emprender y arriesgar se estrellan contra ese muro de desidia e incomprensión que conforma la inactividad de la actual corporación municipal. A las enormes dificultades con las que se enfrenta ahora un ciudadano que quiere pedir una licencia se añade la parálisis en la ejecución presupuestaria pública de María Pita; una inversión, la pública, esencial en tiempos de crisis para sostener y dinamizar la actividad económica está ralentizada hasta extremos no recordados. En tiempos de crisis la parálisis es lo peor que puede ocurrirle a una sociedad, esta solo se recupera con apuesta, riesgo y dinamismo, pero hasta la fecha no se ha escuchado ninguna propuesta en tal sentido. El discurso permanece hueco y se desliza por lugares comunes, más preocupados los oradores por no meter la pata y perder baza política que por arriesgar propuestas y proponer debates que aborden la esencia del problema y sus posibles salidas. Nunca un período tan negro tuvo mentes tan grises para afrontarlo y así seguimos: resistiendo a ver si escampa, sin que ninguno de nuestros líderes efectúe propuesta alguna plausible.