¿Tú también viste a Mecano en María Pita?

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Ana Torroja y Jose María Cano, durante su concierto de 1989 en María Pita
Ana Torroja y Jose María Cano, durante su concierto de 1989 en María Pita XOSÉ CASTRO

17 feb 2017 . Actualizado a las 13:15 h.

No sé si a los niños de hoy en día, acostumbrados a todo tipo de estímulos audiovisuales desde la cuna, les ocurrirá lo mismo. Pero para los que nos criamos en los ochenta la primera vez que veías un concierto te quedabas tan flipado-emocionado-alelado que, una de dos, o salías corriendo a toda prisa, o deseabas quedarte allí para siempre. En mi caso ocurrió lo segundo. No podría ser de otra manera. Seguro que el lector que se columpie por la cuarentena y haya estado lo entenderá. Aquello fue tre-men-do.

Ana Torroja y Jose María Cano, durante su concierto de 1989 en María Pita
Ana Torroja y Jose María Cano, durante su concierto de 1989 en María Pita XOSÉ CASTRO

 Fiestas de María Pita, 1989. El calendario marcaba 1 de agosto. El Ayuntamiento había elegido para ese día a Mecano, el grupo del momento. No existe en el pop nacional actual un paralelismo posible para ejemplificar lo qué suponía Mecano entonces. Cuando convertimos en un titular el hecho de que Sabina o Pablo Alborán son capaces de despachar las 8.500 localidades del Coliseo, deberíamos recordar siempre que aquel día Mecano vendieron 25.000. Pero no solo eso. Agotado el papel, la gente que no tenía tiquet, ansiosa, derribó las vallas que se habían instalado en María Pita. Al final, el Ayuntamiento optó por permitir la entrada libre y allí se reunieron 30.000 personas. Cuando en el 2014 Dani Martín había colapsado la plaza con 22.000, los servicios de seguridad del Ayuntamiento lo recordaban. «Desde lo de Mecano de no habíamos visto algo parecido». Sí, El Hito.

La respuesta de público resultó apabullante. Lo que se vio en el escenario solidificó el causa-efecto. Mecano se encontraban en su momento más dulce. Presentaban Descanso dominical, un disco plagado de hits. Pero, por si las canciones no llegaban, le dieron un brillo extra al escenario situado en el lateral izquierdo del Ayuntamiento. Ana Torroja con el pelo cortísimo, torera y mini-shorts. Jose María Cano, engominado y con cazadora de cuerdo. Nacho Cano, un androide musical. Allí, con teclados a cada lado, pecho descubierto, pantalones rotos y capa plateada, nos parecía la mayor estrella del pop imaginable.

Se cantó, se botó y se bailó. Esas canciones (Barco a Venus, La fuerza del destino, Maquillaje, Mujer contra mujer...) generaron una sacudida tal en la plaza que se temió por un posible hundimiento del firme. En serio. Ajenos, los fans de Mecano enloquecidos se entregaban al embrujo del pop. Esa mezcla de euforia y estruendo que sacude a uno cuando, conectado en una canción, grita su estribillo: «¡Quieres flotaaaaar, pero lo único que haces es hundirteeeee, ¡eie, eie, eeeeeh!». Algo que se vive aún más intensamente cuando se experimenta por primera vez. Aquel día muchos debutamos con la música en vivo. Acudimos con nuestros hermanos mayores, primos y vecinos. Y formamos parte de eso que, hasta el momento, solo habíamos visto en la televisión. Superó de largo todas las expectativas.