Fuego cruzado entre instituciones mientras la dársena sigue en penumbra 13 días después

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La Autoridad Portuaria amenaza al Náutico con una sanción si no repone las farolas de inmediato

12 abr 2017 . Actualizado a las 08:47 h.

Están de acuerdo en que es necesario reforzar la iluminación, pero hasta ahí llega el entendimiento. Trece días después de la muerte de Mateo González en un pantalán de la dársena, la Autoridad Portuaria, el Ayuntamiento y el Club Náutico no han conseguido resolver los problemas de visibilidad nocturna que afectan a los dos tramos del cantil donde sucedieron los accidentes. Siguen discutiendo quién debe reponer tres bombillas y encender una hilera de balizas.

El lunes un portavoz del Náutico afirmó que el mantenimiento de las tres farolas apagadas desde hace meses en la explanada del edificio que disfrutan en régimen de concesión es responsabilidad de la Autoridad Portuaria. Menos de veinticuatro horas después, este organismo desmintió que el alumbrado sea de su incumbencia y dirigió un contundente escrito al club deportivo en el que exige «la reparación de forma inmediata de las farolas ubicadas en su concesión» y le da un plazo de diez días hábiles para restaurar las luminarias. En caso contrario, advierte, abrirá un expediente sancionador por vulnerar el punto 16 del título de la concesión, que obliga a la entidad que preside Germán Suárez-Pumariega a «conservar en perfecto estado de uso el dominio público concedido (...) realizando las reparaciones que sean precisas». El puerto precisa que al menos en dos ocasiones, en el 2009 y el 2011, el Náutico solicitó permiso para modificar el sistema de iluminación, aunque nunca llegó a abordar la obra.

A la vuelta de la esquina, en el lado que discurre entre el aparcamiento del Náutico y el frente de la Marina, las competencias sobre las regletas luminosas instaladas a ras de suelo a pocos centímetros del cantil y también fuera de servicio, aunque aparentemente intactas, mantienen en discordia al Ayuntamiento y el puerto. Aquí tampoco hay acuerdo.

María Pita, que oficialmente no ha aceptado la reforma de la Marina porque considera que la obra se llevó a cabo sin garantías legales, condiciona cualquier intervención en este espacio a la cesión del suelo comprometida por la Autoridad Portuaria, de acuerdo con el gobierno local. Ayer el Ayuntamiento envió un informe técnico sobre el alumbrado en la dársena a la administración del puerto, a la que hizo llegar su voluntad de cooperación en una entente cordiale aparente que no se corresponde, sin embargo, con el bloqueo que está empantanando el conflicto. La Autoridad Portuaria asegura que el alumbrado no es asunto suyo y se remite al convenio firmado entre ambos organismos en el 2014, que faculta al equipo de Xulio Ferreiro a gestionar, aparte de la iluminación, la jardinería, limpieza, seguridad y tráfico en el entorno de la Marina.

Nárdiz: «El problema es nocturno»

«Hoy mismo hemos visto en la prensa a gente sentada en el cantil de la Dársena con total normalidad, el uso ciudadano de este espacio no es conflictivo durante el día, no hay miedo al borde. El problema es nocturno», sostiene Carlos Nárdiz, exdecano del Colegio de Ingenieros de Caminos, proyectista y autor de importantes trabajos sobre ingeniería histórica. En los últimos días ha defendido la conveniencia de intervenir solo a través de la iluminación con objeto de salvaguardar el valor patrimonial y paisajístico de la dársena. «Hay que aceptar la historia como un proceso. Pretender desmontar lo que se hizo no tiene sentido», observa el profesor, que considera inadecuada la solución del banco corrido propuesta por el Ayuntamiento para resolver el problema de seguridad y tampoco ve acertado el canal excavado antes del cantil que plantean Juan Creus y Covadonga Carrasco en el proyecto que ganó el concurso municipal para reformar la Marina. Carlos Nárdiz apuesta por reforzar el alumbrado que ya existe a ras de suelo con una línea longitudinal retranqueada que delimite una franja de unos tres metros para que la gente tenga una percepción clara del borde y, a mayores, proyectores en los muros interiores alumbrando el plano de agua con una intensidad bien modulada para no deslumbrar a los barcos en sus maniobras.