«Los padres de los tres jóvenes murieron sin haber podido recuperar los cuerpos porque no le importó a nadie»

E. E. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado 43 años desde que Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García cruzaran la frontera francesa para ir a ver El último tango en París. De aquel viaje no regresaron. Los tres jóvenes coruñeses fueron capturados por ETA, que los confundió con policías, los asesinó y los hizo desaparecer.

 Ayer el Ayuntamiento, a propuesta del PSOE, decidió honrar su memoria tras muchos años de olvido y sin que jamás se esclarecieran esos hechos ni se encontraran los cuerpos. Socialistas, populares y la Marea levantaron la mano para defender la moción. La única edila del BNG se abstuvo. El acuerdo incluye «trasladar a las familias el apoyo y reconocimiento por el dolor de estos años de pérdida y silencio», además de bautizar tres calles con los nombres de los coruñeses asesinados. Además, el Ayuntamiento pedirá al Gobierno de España que prosiga con las investigaciones para dar con el paradero de los restos y devolverlos a sus familias.

«Los padres de los tres ya murieron y los hermanos de Jorge también, sin haber podido recuperar los cuerpos porque no le importó a nadie», cuenta Isabel Fouz, hermana de Humberto, que lleva cuatro décadas luchando porque el caso no se olvide y porque de una vez se haga justicia. El asunto nunca se investigó a fondo y la Justicia lo fue dejando. «No era importante y se dejó morir la cosa», dice Fouz, que aún tiene sentimientos de culpa porque a su hermano, que tenía 29 años y sabía nueve idiomas, lo llamó ella para que se fuese a su casa en el País Vasco porque allí había trabajo.

Isabel Fouz agradece el gesto del Ayuntamiento y pese al tiempo transcurrido no pierde la esperanza de poder enterrar algún día a su familiar: «Te tienes que agarrar a algo, si no, a ver qué haces, siempre queda una ilusión, dice».

Fouz cree que seguramente los terroristas que asesinaron a los tres coruñeses ya habrán muerto, «pero hay gente ahí que sabe de sobra dónde están», dice, y cree que ahora, con la banda entregando las armas, tal vez es un buen momento para que alguien hable y diga dónde están.

En el año 1973 ETA tenía otra imagen pública y ocultó los hechos para no deteriorarla en España. Además, Francia miraba para otro lado. «Ellos eran tres simples trabajadores», dice. Intentó mover el asunto con escaso éxito en numerosas ocasiones. «Mayor Oreja nos dijo que sí, sí y sí, pero hasta perdió la documentación que le dimos en mano», cuenta. No hubo forma. Al menos la ciudad honrará ahora la memoria de las víctimas de tamaña injusticia.