Se comió los ajos que guardaba para el Deportivo

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

27 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El sufrimiento nos ha vuelto a los deportivistas un poquito supersticiosos. Ya en tiempos de Irureta, con el césped sembrado de ajos en cada partido, merodeaba por Riazor una vidente  que aguardaba a la conclusión de los entrenamientos para exorcizar meigallos por encargo, tal vez de algún jugador, del entrenador… Quién sabe. Fue en aquellos años cuando desarrolló Lito la querencia por los ajos, que lleva a bendecir a la iglesia con ese argumento tan nuestro: «Crer non creo moito, pero…». Este año, presionado por el riesgo de descenso de su equipo del alma, Lito repitió la maniobra después de la jornada 33, en la que el Dépor perdió en San Sebastián, y ante la inquietante visita del Real Madrid en la 34.

Al volver del templo a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, dejó confiadamente la cabeza de ajo bendecida sobre la mesa de la cocina y se despreocupó hasta la hora del almuerzo. Ya se había entregado a las excelencias del estofado de ternera de su mujer cuando esta, con la más cándida de las inocencias le preguntó: «¿Onde colliches os allos, que son moi bos?» Silencio, sudores fríos... A Lito casi se le caen los ojos al suelo cuando vio asomar el ajo entre las patatas y los guisantes. «¡Cajo no demo!», gruñó enfurecido mientras saltaba de la silla y ganaba la cocina en tres zancadas para comprobar la magnitud de la catástrofe. Preso aún de la ira, cogió de la mesa tres dientes que no se habían usado y los estampó contra el suelo con tal infortunio que el chucho, un palleiro juguetón, los engulló de un bocado sin reparar en el valor ultraterreno del alimento.

La superstición apretó de nuevo. Al sentirse responsable de «un sacrilexio», el hombre deambuló varios días por un infierno de preocupaciones, adivinando los negros augurios que por su culpa se cernían sobre el Dépor, y no ayudó, la verdad, que el Real Madrid ganase 2-6 en su visita a Riazor. Un insuficiente empate en Pamplona y otra derrota contra el Espanyol acabaron por convencerlo de la necesidad de conjurar el meigallo, así que consultó a cuantos brujos, quiromantes y demás catedráticos de la adivinación encontró. Pero acabó desechando sus consejos, bien por absurdos, bien porque le daba mala espina aquello de «desencantar» al pobre palleiro, una de las sugerencias.

Lito es hombre cabal y jamás expondría al chucho, pero yo, en el pellejo del animal, estaría agradecido, por si acaso, a la salvación del Dépor. Esta se logró gracias a un gol del Leganés en otro partido que, de carambola, dejó a los coruñeses en Primera División. Así se lo recuerda Lito a su mujer los días de estofado: «Ay, eu ao canciño quéroo moito, pero, ¿e se non marca o Leganés…?».