Los entrenadores de nuestros hijos

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

10 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Marta, sal de ahí, que estás en fuera de juego». Y a continuación, a gritos: «¡Marta, que salgas de ahí, te digo, que estás en fuera de juego!». Lo cierto es que Marta, que acaba de cumplir 8 años, no tiene ni idea de lo que es el fuera de juego, está constantemente en fuera de juego y seguirá estando en fuera de juego hasta que alguien se lo explique con calma y sin alaridos. Si es que antes la niña, intimidada por las broncas, no deja de practicar el maravilloso deporte rey.

Es evidente que los padres no siempre somos los más indicados para apelar al sentido común en el fútbol base, y menos en un año en que algunos -no en Coruña, por suerte- han salido hasta en el telediario por comportamientos injustificables en los partidos. La competitividad mal entendida -el deporte mal entendido-, la proyección de sueños y frustraciones sobre los hijos y el intento de realizarse a través de ellos darían para escribir no un artículo, sino varios libros. Pero lo cierto es que las frases con las que comienza esta crónica no pertenecen a un padre ni a una madre, sino a un entrenador.

Finaliza la temporada escolar, con la Torre como epicentro de los partidos de fútbol-8 de colegios y clubes, y el curso deja un año más una reflexión colectiva sobre el papel de los formadores, tal vez porque es inevitable ir cosechando ejemplos a lo largo del torneo: «¡Pero qué haces, hombre! ¿Tengo que ir yo a explicarte cómo se saca el balón?». Pues naturalmente que sí, tratándose del técnico de un chaval de 8 años. En ese caso, el equipo tenía en la banda no a uno sino a dos entrenadores. La apostilla del segundo tampoco tiene desperdicio: «No sabe, hombre, no sabe. Mándalo al banquillo, a ver si aprende».

Este es el nivel formativo que ofrece a veces el fútbol base coruñés. ¿Y eso significa que siempre es así? En absoluto. En estos campeonatos estamos acostumbrados a ver también a excelentes formadores, bien preparados, que entienden y comparten la responsabilidad de explicar el fútbol a los chavales, y lo que es más importante, que saben motivarlos con palabras de ánimo, resaltando sus virtudes. Los chicos que tienen la suerte de contar con estos técnicos aprenden los valores del deporte y disfrutan del juego más allá de la victoria o la derrota. Los padres, también. Y cuando desde la banda vemos trabajar a un entrenador así, raro es que no elogie alguien sus cualidades.

Por desgracia, el modelo de los gritos, las descalificaciones, el desinterés y la incapacidad formativa sigue siendo más frecuente de lo deseable, y, sinceramente, creo que es imprescindible tomarse muy en serio la educación deportiva de nuestros chavales. Para no quedarnos como Marta, en permanente fuera de juego.