Chisco Jiménez de Llano: «De pequeño coleccionaba los vídeos de Arguiñano»

Por Pablo Portabales

A CORUÑA

CESAR QUIAN

25 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo reconoce. «La cocina me encauzó un poco. En algún momento de mi vida fui bastante traste», confiesa Francisco Jiménez de Llano García, Chisco para todos. «Solo me llama Francisco mi madre cuando está enfadada». Le brillan los ojos cuando recuerda su etapa en el restaurante de Quique Dacosta. «Fui para tres meses y al final me ofrecieron continuar. Había proyectos interesantes, pero volví a casa por amor, de lo contrario hubiese seguido», comenta este coruñés que se crio muy cerca de donde regenta el restaurante Culuca, uno de sus negocios de hostelería junto con La taberna de la Galera (con un socio). «Me gustaría seguir abriendo locales. Tengo varios palos tocados», avanza. Estudió en los Maristas, hizo muchos amigos en la zona de Elviña y, cuando acabó COU, «no me gustaba nada. Me apunté a Turismo y a la Escuela de Hostelería de Santiago, pero para cursar dirección hotelera. Me hizo tilín la cocina. Fui a Londres a trabajar a un restaurante italiano y regresé a la escuela de Santiago a especializarme en cocina», relata. «Con mi madre siempre fui cocinillas. De pequeño coleccionaba los vídeos de Arguiñano», dice.

Cuestión de ego

En octubre cumple los 36, lleva 13 con su pareja, y tienen un hijo de 2 años. Se le cae la baba cuando habla del pequeño. «Me gustaría dedicarle más tiempo y lo paso mal por eso. Pero desayuno con él todos los días. Soy niñero, sobre todo a medida que va creciendo. Está muy simpático». Y cuando rememora su paso por distintos fogones también se le ilumina el rostro. Hizo prácticas en Pepe Vieira y le propusieron quedarse, pero «tenía la moza en Santiago». Así que entró en Casa Marcelo. «Aprendí disciplina y método de trabajo». Después ejerció de jefe de cocina en El Pantalán. A continuación vino la etapa en Denia con Quique Dacosta. «Sigo yendo todos los años para ver qué están haciendo». Su siguiente trabajo fue otra vez con Pepe Vieira en el nuevo restaurante, hasta que en el 2010 decidió hacerse empresario. Abrió el negocio en la avenida de Arteixo y lo bautizó con el nombre por el que conocían a su abuela, que vivió en un piso encima del local. «Escapo del tema estrella Michelin. No tengo ego cocineril. No me va hablar en público y rechazo cantidad de cosas que me proponen, porque además tengo que atender el restaurante. Soy introvertido y ya está», sentencia.

El plato estrella

Apuesta por los productos de temporada y cree que el éxito radica en dirigir un local especializado y con personalidad. «Mezclo cocina tradicional, como ensaladilla, callos o arroz, con creaciones propias», analiza. Se declara muy ensaladillero: «Me gustan hasta las malas». Y ganó un premio Picadillo con la que prepara en su restaurante. «Un sábado bueno podemos vender 25 kilos. Hay una persona específicamente haciéndola todo el día. Se vende por palés. ¿El secreto? No hay, lo único que cuezo la patata con la piel y luego se la quito para que no coja agua», desvela Chisco. Es muy fan de viajar en furgoneta o de una comida con los amigos seguida de una buena sobremesa. Practica surf, nada, y sale a correr; «no me gusta nada, pero si estoy una semana sin hacer deporte me pongo de mala leche». Su lugar es Caión, su canción Palabras para Julia de Los Suaves, y su plato, el arroz. «Hay tres conciertos a los que me hubiera gustado ir, Bob Marley, Nirvana y Michael Jackson», dice el introvertido rey de la ensaladilla.