El teléfono del millón de pesetas

A CORUÑA

ANGEL MANSO

El anuncio del cierre colapsa La Casa de las Máquinas, que tiene móviles de todo tipo y piezas únicas de escribir y calcular

01 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Y de la colección de teléfonos qué me dices? Ese es del año 1991 y costó un millón de pesetas [unos 6.000 euros]. Conozco a quien lo pagó». Esto asegura la dueña de La Casa de las Máquinas, la tienda del número 145 de la calle San Andrés, que liquida sus existencias. Entre ellas hay teléfonos móviles con los que casi es posible recorrer la historia de estos aparatos, desde que el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el rey Juan Carlos I recibieran los dos primeros que hubo en España.

La pequeña colección arranca con ese ladrillo de los años 90 que pesaba casi un kilo -«aún había otro más grande»-, y con poco más de una docena de aparatos va mostrando los móviles que un día fueron la última novedad, los que «duraban y duraban», y los últimos que han quedado en desuso. 

La némesis de los falsificadores

Y junto a la telefonía hay máquinas de escribir que utilizaban los corresponsales de guerra en el primer conflicto mundial, una calculadora mecánica marca Madas, del año 1913 y fabricada en Suiza, que, según el cartel, «suma, resta, multiplica y divide», o una de las primeras máquinas usadas para hacer talones bancarios, datada en el mismo año y cuyo lema es «la némesis de los falsificadores», es decir, la que impedía las falsificaciones. Son algunos de los artilugios que pueden verse en una tienda que abrió en 1922 Wenceslao Añón, «que era de Tella, en Ponteceso». Lo explica la dueña después de detallar: «Me llamo Copi, bueno, me llamo Consuelo Roque López, que queda muy bonito pero no me conoce nadie por ese nombre. Soy Consuelo Pilar y siempre me llamaron Copi porque nací en 1955 y ¿quién era entonces un famoso ciclista? Fausto Copi. Cuando mis hijos eran pequeños decían: ‘Mamá, llaman preguntando por Consuelo’».

Relata que Wenceslao Añón era el padre de su suegro (que ahora andaría por los 101 años). «Era vendedor de las máquinas Singer e iba por las aldeas, casa por casa, ofreciendo máquinas de coser que entonces eran lo fundamental del ajuar, junto con las sábanas». Cuando decidió instalarse en A Coruña «montó un negocio de máquinas y relojería con Quinzá, que era el abuelo de Lolita Pascual, el padre de la madre. Luego se separaron de forma amistosa porque él se quedó con la relojería y el padre de mi suegro con las máquinas de coser, que era lo suyo».

Al fundador «le siguió otro Wenceslao Añón, luego estuvo mi marido, que murió muy joven, con 39 años, y entonces me tuve que venir yo para aquí».

Mientras cuenta la historia del local, Copi atiende a una clienta que quiere un despertador, a otra que compra un calendario del Sagrado Corazón de Jesús y a una tercera que lleva una cinta para una impresora. Y sigue evocando: «Las máquinas de coser se fueron dejando de hacer y nos metimos con otro tipo de cosas: calculadoras, despertadores…. Seguimos teniendo el taller de máquinas, que ahora no damos hecho porque desde que la gente se enteró de que cerrábamos todo el mundo se acordó de que tenía una máquina de escribir en casa, y me parece que ya no vamos a coger más. El taller lo lleva mi hermano y yo quiero cerrar en diciembre, sí o sí».

Claro que no va a vender todo y se ha reservado una máquina de escribir que solo tiene mayúsculas que emplearon siempre en la tienda para hacer las facturas y es una pieza única. De hecho, el mayor coleccionista de máquinas de escribir de Galicia se interesó por ella.

Del que todavía no sabe el destino es de su mapa político, industrial y mercantil de España y Portugal, un curioso ejemplar (incluye las colonias españolas en África) que procede de la librería francesa Armand Colin.