Puntadas contra la exclusión

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

ARTEIXO

CESAR QUIAN

Seis usuarios del albergue Padre Rubinos y alumnas de diseño de moda de la escuela Formarte desarrollan un proyecto para crear tres prendas juntos

20 jun 2017 . Actualizado a las 10:05 h.

Mihai Gheorghe Prian nació en Hungría, lleva ocho años en España y antes de venir trabajó 12 como planchador en Rumanía. Al llegar a Galicia imprimió su currículo y recorrió los talleres textiles de Arteixo -«hay muchos»- ofreciendo su experiencia laboral. Todos le respondieron que solo contrataban a planchadoras. Alberto Moreira, de Oporto, camarero en paro desde hace dos años, cuenta lo mismo: «Quieren camareras, mujeres guapas». Los dos hombres participan en un taller prelaboral de 350 horas en el albergue Padre Rubinos, financiado por la Xunta y el Fondo Social Europeo. Aprenden confección junto a Eugen Ichim, calderero rumano; su paisana Tudorina, empleada de hogar; Rosa Iglesias, lavandera y planchadora extremeña; y Agustín Costa, carpintero coruñés. Todos vivieron en el albergue en algún momento, todos están solos, y si pueden, si trabajan o cobran ayudas, alquilan una habitación.

Ayer recibieron la visita de las alumnas de diseño de moda de la escuela Formarte, con quienes trabajaron en un proyecto conjunto en el último mes. «Son dos mundos muy distintos, por eso es genial que haya salido tan bien», celebra una de las estudiantes. Otra, de segundo, explica que «la moda aparentemente es muy frívola y por eso es muy positivo que se vea que hay gente detrás trabajando para crear cada prenda».

Los seis de Padre Rubinos ya habían aprendido a cortar, ensamblar, marcar, coser y manejar las máquinas industriales -«que no son como las de casa, estas se desbocan», desliza la formadora Julia Vázquez-, y en pocos meses, con los excedentes de las prendas que se recogen en los contenedores desperdigados por la ciudad, crearon preciosos delantales, bolsos, carteras, blusas para los niños de la escuela infantil... muchos vendidos (en un mercado de Santa Margarita, a bares como Pepa a Loba y La Granera) y más que venderán.

Les faltaba el abordaje profesional y lo recibieron de las estudiantes de Formarte, que en tres visitas les mostraron las buenas prácticas para crear un diseño de principio a fin. Una, para ver los tejidos disponibles; otra, para entregar los bocetos, las fichas técnicas y los patrones de tres prendas (niño, mujer y hombre), y la última visita, ayer, para ver cómo los seis costureros habían realizado su parte. Entre las autoras intelectuales cundió la satisfacción. «La prenda es como la habíamos pensado», elogió Jennifer. Ellos pidieron tiempo. «Si estuvieran más con nosotros...», sugirió Alberto.

«Sin una rutina sana la cabeza se te va y este taller nos da esa rutina»

Por qué es importante este taller en el que usuarios de Padre Rubinos aprenden confección -y otras habilidades en las que insiste mucho la educadora social Esther Patricio- lo explica muy bien Agustín Costa, extoxicómano, carpintero, coruñés, diez años curándose fuera de la ciudad, «un poco perdido» ahora que ha regresado: «Todos tenemos una historia detrás, de personas fracasadas, durante mucho tiempo. Crear un espacio como debe ser para poder desarrollarte otra vez es muy difícil. Si no tienes una rutina sana, la cabeza se te va, tú mismo la dejas ir. Y este taller lo que nos da es esa rutina», explica. «¡Tener la cabeza ocupada!», exclama Alberto Moreira. «No estar solo». Tudorina coge la escuadra y una pieza de tela vaquera y hace que marca para salir en la foto. En Padre Rubinos se vive al día como en pocos lugares. Nada dura, pero aquí todos quieren estar cuando el año que viene empiece el taller de perfeccionamiento. También Rosa y Mihai, que ya lo hicieron. Todos miran para Esther. «Algo habrá que hacer».