El globo del Meteorológico

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

BETANZOS

16 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pensaba que en estos tiempos de satélites y mediciones virtuales ya no lo soltaban. Creía que era demasiado analógico para nuestra era digital. Pero hace unos días, paseando con la pequeña Alicia por lo alto de la duna de Riazor, lo vimos allá arriba, ascendiendo sobre la rotonda y la plaza de Portugal hasta perderse entre el azul del cielo y los jirones de nubes. Alicia, desde sus siete años recién cumplidos, me dijo muy seria que era un globo que se le había escapado a ella y que ahí seguía, flotando en el cielo de los globos perdidos junto a todos los globos que habían huido de la mano de sus diminutos dueños. Yo le dije que sí, claro, y luego, al volver al barrio, le pregunté a mi amigo Carlos, el meteorólogo, si todavía lo seguían lanzando, porque debía de hacer veinte o treinta o más años que no lo veía. Y sí, el globo sonda del Meteorológico sigue ascendiendo cada día a los cielos para medir sus cosas, sus temperaturas, su presión atmosférica, sus vientos de ida y vuelta, lo cual no deja de ser una hermosa y anacrónica noticia en esta época descreída y táctil.

En Peruleiro, en los últimos setenta y primeros ochenta, la suelta del globo del Meteorológico era uno de los acontecimientos más importantes del día. Recuerdo vagamente mi época de parvulitos en el patio de la Aneja, la Escuela Normal de Prácticas, cuando todo se paralizaba durante el recreo para ver cómo salía el globo sonda del Meteorológico desde el Campo da Burra para sobrevolar nuestras cabezas y nuestros mandilones y alejarse mar adentro, cielo adentro, hasta estallar a no sé cuántos kilómetros de altura sobre nuestras miradas asombradas. A las profes de primero o segundo de parvulitos, no sé, ya no me acuerdo, las teníamos quemadas preguntándoles una y otra vez si el globo llegaba a América, como aquel niño plasta y algo choromicas que se había ido de los Apeninos a los Andes y que nos tenía a todos tan preocupados que le queríamos mandar un globo de recuerdo.

Sí, ya sé, eran tiempos en los que un niño, sobre todo un parvulito, se asombraba con cualquier cosa. Y ya sé también que el globo sonda del Meteorológico no es el fabuloso globo de Betanzos, que algún cachondo también cuenta que un San Roque llegó a Uruguay, donde lo tienen expuesto en un museo. Soy consciente de que ni siquiera es como el globo que sueltan en los Castros por las fiestas del Carmen. Pero el globo del Meteorológico, ese que ahora se me aparece de vez en cuando sobre la duna de Riazor, era el globo de Peruleiro, y del Camino del Pinar, y de las últimas casas de la ronda de Outeiro en un tiempo y un barrio en el que lo más interesante que podía pasar en varias semanas era que soltasen aquella enorme y perfecta esfera blanca sobre los tejados de A Coruña.