Antón gana el pulso a todo un país

Toni Silva BETANZOS / LA VOZ

BETANZOS

ANGEL MANSO

Este joven de Betanzos se impuso en el campeonato nacional de lucha de brazos. «El ambiente es impresionante, son auténticos caballeros», dice

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Antón acudió al Campeonato de España de lucha de brazos muchos acabaron preguntando dónde estaba Betanzos. Porque este joven de 27 años acababa de ganar el título nacional en la categoría de principiantes de lo que se conoce popularmente como echar pulsos. El rostro de Antón Otero era desconocido para esa gran mayoría, procedente de todo el país, que llevaba bregando sus manos callosas durante años. Por eso el triunfo de Antón añadió un plus de sorpresa y admiración en el recinto montado en Navas de Marqués, un pueblo de Segovia.

Antes de adentrarnos en la letra pequeña del campeonato, léanse unas pinceladas sobre este joven de generosos bíceps: vive en el lugar de Xerpe, una zona rural de Betanzos. Por la semana estudia en Arzúa un ciclo superior de gestión forestal. Su proyecto final versará sobre el cultivo de la trufa blanca, con el ánimo de llevarlo a la práctica para poder vivir de esta exquisita joya culinaria.

Porque de tumbar brazos no se vive. Alrededor de esta práctica, Antón ha desarrollado su propio sistema de entrenamiento porque esta disciplina no tiene manual de supervivencia. En la casa de Xerpe vemos pesas, poleas, máquinas deportivas y una mesa de pulsos construida por el propio Antón y su compañero, José Manuel Seijo, con quien se somete a pulsos desde la infancia.

Ganar el campeonato el primer año que acudía fue su segunda sorpresa en Segovia. La primera también fue grata: el ambiente de compañerismo en un torneo que se presume cargado de testosterona. «Antes de llegar estaba tenso porque no sabía qué me iba a encontrar, temía una sensación de hostilidad entre los competidores», recuerda Antón. Pero nada más lejos. Al bajarse del coche observó decenas de abrazos entre los de Cádiz con los de Madrid, un compadreo que se hizo general. «En la propia competición hay mucho respeto, la mayor expresión dramática del que pierde no es un grito o un exabrupto, sino un parpadeo largo, acabado el duelo los contrincantes se saludan, se preguntan si están bien, pensé que me toparía en una competición de garrulos y me encontré un campeonato de auténticos caballeros», explica Otero.

«En la competición hay mucho respeto, la mayor expresión dramática del que pierde es un un parpadeo largo»

Para hacerse con el título tuvo que vencer a doce contrincantes, combates que duran segundos. Tras doblar un brazo más, su amigo y referente Fran Rodríguez, de Ourol, le espetó que estaba en la final. Antón contuvo las emociones. «No puedes ganar si no mantienes la cabeza fría o estás enfadado, necesitas la concentración de un jugador de billar». Ante él se sentó James, de Valencia, quien amenazaba su hegemonía entre los principiantes. Las manos se soltaron porque ambos aplicaban las mismas técnicas y los árbitros ordenaron atarlas. «Y con las manos atadas yo tenía un pelín de ventaja y gané». No hubo aspavientos. Antón mantuvo la serenidad dentro de la sorpresa, y fue entonces cuando todo el recinto se interesó por él y preguntó dónde estaba Betanzos.

Su equipo

Además de Fran y su amigo José Manuel, detrás de este éxito hay otros nombres importantes para Antón, como son su entrenador online, Rodrigo Alba, el campeón nacional absoluto y responsable del equipo madrileño. Y también Andrés Caramés, un artista de la comarca que organizó una especie de plataforma para duelos de pulsos entre aficionados del norte de Galicia que permitió a Antón meterse de lleno en el mundillo. «Al principio sufrí muchos dolores, por muy delicados que quisieran ser mis rivales, me destrozaban los tendones, y ese era el momento de dejarlo y o de hacer callo con los músculos y continuar».

Y Antón continuó y pudo comprobar, por un lado, que sus métodos eran los correctos para medrar, que la técnica es más importante que la fuerza y, por otro, que cuanto más duro era el rival en la mesa más amigo sería fuera de ella. «Uno a los que gané en el campeonato, Fabian, un madrileño de origen rumano, vino a visitarme a casa a pasar unos días, es un ambiente fantástico el de este deporte».