El embudo que estrangula la circulación hacia el centro

Eduardo Eiroa Millares
E. Eiroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

La puerta de acceso a la ciudad soporta hasta 130.000 desplazamientos diarios

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Para entrar en A Coruña es mejor ser heterodoxo. El acceso ortodoxo, el de toda la vida, puede ser un infierno que nace en la desembocadura de la autopista AP-9 en la avenida de Alfonso Molina y se prolonga hasta la de Linares Rivas, ya en el centro de la ciudad. Si vienen mal dadas, mejor contar con buena música para sobrevivir al atasco: una manifestación, un accidente o simplemente un día lluvioso en hora punta pueden ser verdaderas trampas para el tiempo de los conductores.

La vía registra los mayores datos de intensidad media diaria de la ciudad, con hasta 130.000 vehículos empeñándose en acceder a la urbe por la puerta principal. E incluso en plena crisis ha registrado picos de 155.000 (en el 2009) y 146.000 (2011). Pese a que lleva décadas abierta, la avenida del Pasaje, la otra gran opción, está todavía menos utilizada -la media de vehículos que pasan por ella al día es de 45.842- y resulta más recomendable, porque aunque sume más kilómetros, reportará más paz al volante.

Moverse por el centro tampoco resulta fácil en una urbe en la que la doble fila se ha convertido en una tradición más arraigada que las fiestas de San Juan. Las pocas avenidas con tres carriles solo tienen, realmente, dos, porque el más cercano a las aceras suele ser utilizado como aparcamiento alternativo en muchas zonas de la ronda de Outeiro, la avenida del Ejército, Ramón y Cajal y muchas otras. Y sí, las de dos carriles se quedan muchas veces en uno solo.

A mejorar el panorama no han ayudado las obras que se están llevando a cabo precisamente para contribuir a incrementar la fluidez del tráfico, pero que se están llevando a cabo de forma simultánea.

En muchas ocasiones andando se llega al destino antes que subiéndose al coche, y no digamos ya corriendo o en bici. El bus es una alternativa por necesidad, si bien los problemas de estacionamiento sí se han suavizado gracias a los numerosos aparcamientos existentes. Pagando, claro.

Fuera de las horas punta la situación resulta más manejable y hasta se puede meter tercera sin temor al desastre en algunos tramos. Eso sí, siempre hay barrios en los que resulta más complejo ponerse al volante: las calles estrechas de Monte Alto no invitan a la conducción, tampoco las de los Mallos, el Castrillón... Moverse por dentro es difícil, pero si después se opta por salir, y se hace por Alfonso Molina, se arriesga uno a sufrir lo mismo que a la hora de entrar. Las colas de salida no desmerecen nada, en ocasiones, a las que se crean para entrar.