«Nicolás no mató a Carlos, le dio una paliza justo cuando sufría un edema»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

El proceso contra un hombre que en el 2004 fue encontrado junto al cadáver de su amigo con la cara destrozada queda en una pena de trabajos comunitarios

02 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A Nicolás H.E. le echaron encima la muerte de su compañero de piso porque la escena con la que se encontró la policía al llegar a la vivienda, aparentemente, dejaba pocas dudas o ninguna. A un lado, el cadáver de Carlos, con la cara destrozada y el cuerpo molido a golpes. Al otro, Nicolás, con los nudillos ensangrentados. A los agentes, en aquel momento, no les entraba otra cosa en la cabeza que no fuera la del homicidio. Pero estaban muy equivocados. El hombre fue enviado a prisión y ahí estuvo varios meses hasta que la autopsia reveló que la víctima falleció por un edema pulmonar, que ninguno de los golpes que la noche del 15 de agosto del 2004 le propinó el reo era mortal. La fatalidad quiso que el fallecido sufriera el edema justo cuando su amigo le estaba golpeando.

La causa se volvió amarilla en los archivos de los Juzgados y ese caso no se juzgó hasta este martes, 11 años después. Pero Nicolás ya no se presentó imputado por un delito de homicidio, sino por uno de lesiones, las que presentaba el cadáver en el rostro y parte de su cuerpo. El acusado no negó la paliza. Reconoció que en medio de una discusión se golpearon mutuamente y que, de pronto, su amigo cerró los ojos y nunca los volvió a abrir. Por esa agresión, aceptó una condena de 50 días de trabajos para la comunidad. La Fiscalía pedía mayor castigo, pero se le tuvo que aplicar la atenuante de dilaciones indebidas.

Uno y otro llevaban poco más de un mes viviendo en el número 26 de Vioño, en una casa abandonada y casi sepultada por todo tipo de desperdicios. Aquel domingo, los dos hombres se enzarzaron en una pelea que terminó trágicamente cuando Nicolás se desplomó.

En un principio, seguro de que él no podía haber matado porque los golpes no habían sido tan fuertes, culpó del crimen a un vecino de la zona, de nombre Miguel, con el que, confesó, mantenía una fuerte enemistad.

Según aquella versión, en su camino de regreso a casa se topó con Miguel y ambos comenzaron a discutir, puesto que Nicolás se negaba a que su vecino visitase su casa. Instantes después, al filo de las once y media, el acusado descubrió a su compañero de vivienda tendido en el suelo y malherido. Entonces intentó reanimarlo y al ver que no respondía fue él quien llamó a la policía en un estado de gran nerviosismo.

El detenido era muy conocido en el barrio y también en los cuarteles coruñeses. En su historial delictivo se incluyen numerosos robos y hurtos, aunque nunca fue acusado de asuntos tan graves como un homicidio. Por este motivo, y por la llamada telefónica que desvelaba el supuesto crimen, pronto se empezó a pensar en su inocencia.