Los fantasmas de los cines pasados

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

25 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Echo de menos los cines. Los que ahora son tiendas de ropa, los que no son nada más que un recuerdo tapado por una lona, los que son el Registro Civil, los que son una plaza sin pantallas. Contaba mi compañera Sandra Faginas la semana pasada que ella sigue quedando en la plaza del cine Coruña y no se pierde. En Facebook hay un perfil de un salón de belleza que se anunciaba asegurando que estaba a cinco metros de la antigua sala. «Donde se hacen las uñas de cine», decía.

Pero el cine no está. Y yo, que aprendí a ver películas en otra ciudad, y que solo recuerdo haber visto esa maravilla que es Antes del atardecer en los Equitativa hace cosa de un siglo, paso por delante del Registro Civil pensando que los organizadores de bodas en serie y los blogueros del ramo aún no han descubierto el filón de vender la burra de que te puedes casar en el cine donde Ethan Hawke y Julie Delpi se reencontraron.

Las pantallas se han escapado del centro de las ciudades (de esta y de las demás) como si hubiesen dado orden de evacuación. Así que coger un tren para ir a ver una película a la sala Númax de Santiago me genera una nada sana envidia. Envidia de un cine que estrene películas que están fuera del alcance de los que no viven en Madrid o Barcelona. Porque los ciclos del Fórum o del CGAI están muy bien, sí, ¿pero por qué no contar con una sala convencional donde se puedan estrenar películas en las que no salga una docena de súper héroes? Que una es muy de Michael Fassbender vestido de Magneto, pero echa de menos poder ver al mismo Fassbender en una de sus pelis sin mallas. Los multicines hacen un esfuerzo por colar de vez en cuando alguna rareza... pero poco pueden hacer contra el empuje de las grandes, y la rareza durará una semana si es que dura.

Vayan a la cartelera de hoy: en diez salas (¡diez!) pueden ver la última de X-Men. Mientras, los fantasmas de las películas andarán descolocados todavía con el chunda chunda que llena el cine París. ¿A dónde irán las películas que hemos visto, los trocitos de papel azul, el olor a palomitas, los terciopelos raídos? ¿Rondarán a los funcionarios en la plaza de Vigo, resoplarán en la nuca de las manicuras que hacen las uñas a cinco metros del antiguo cine?

El lunes en el Rosalía ponen El Acorazado Potemkin. Comienza el Festival S8 y lo hace recuperando un escenario de la ciudad para un clásico. Ya lo hizo con Metrópolis, con El gabinete del Doctor Caligari, con las pelis de Méliès. Tal vez las escaleras de Odesa se queden marcadas en las paredes del teatro como el rastro de un fantasma. Para que podamos olisquearlo los que echamos de menos los cines.