Entre todos la limpiaron y ella sola se ensució

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

29 jun 2016 . Actualizado a las 17:36 h.

Sábado 25 de junio. La resaca de San Juan sobrevuela toda la ciudad, después de que miles de personas se echaran otra vez a la playa a celebrar esas cosas que no sabemos de dónde vienen pero que nos sacan a la calle como en El disparate pirata. Los corsarios de Margaret Mahy olisqueaban las calles cuando se acercaba su noche mágica, y algo indescriptible en el ambiente avisaba al personal de que algo se estaba cocinando: un no sé qué invisible, una efervescencia, un movimiento especial. Lo mismo pasa aquí la víspera de San Juan. Ya por la mañana, hay una prisa diferente. Se hacen planes, se corre para salir antes, para llegar a tiempo. Y por la tarde, nos falta sacar los aros de oro, ponernos el parche, cambiar el traje de chaqueta por la camisa de rayas y el sombrero de Barbarroja. Disparatados y felices bajan los coruñeses a la calle, que huele a humo y sardinas y a verano, y donde lo mismo te encuentras un neumático en un paso de peatones que un sofá en el paseo marítimo.

La playa del Orzán llena de basura en San Juan
La playa del Orzán llena de basura en San Juan EDUARDO PEREZ

Pero la mañana del 24 las rutinas vuelven por sus fueros. Las plazas se vacían de parrillas y las playas de hogueras, y solo parecen quedar las gaviotas y toneladas de restos de basura, de madera, de brasas, de comida y de bebida, que los esforzados servicios de limpieza se afanan en recoger en festivo, prácticamente los únicos signos de actividad en un día de esos que parecen no existir en el calendario. Los trabajadores dejan la fachada de la ciudad niquelada, los informativos de la tele cuentan a todo el país que de nuevo miles de personas celebraron San Juan y en el zapeo de mediodía las imágenes de la noche se funden con las del personal recogiendo los restos del día anterior de la arena.

Pero empezaba el sábado, ¿recuerdan? Bocadillos improvisados bajo la Torre y sobremesa en las Lapas, la marea bajísima y los niños en el agua. Los mayores en la arena, buscando un hueco mínimamente limpio. Y no es fácil. Nada fácil. Una botella con un sospechoso líquido naranja. Confeti rosa. Trozos de papel con fórmulas matemáticas y los bordes chamuscados, colillas, pedacitos de madera carbonizados que dejan los bañadores infantiles como tizones. Un primor de playa, vamos. El mensaje de «atopaches unha praia, non deixes un vertedoiro» no se muestra muy eficaz cuando amanece San Juan. Y asumo, por cierto, que la eficacia de la limpieza de la ciudad no va por barrios y que se atenderán con la misma dedicación Riazor y el Orzán, las niñas bonitas, que el resto de los rincones de la ciudad a donde después no van las teles, sino los niños a jugar. El año que viene con la madera a ver si reparten un manual de civismo y una bolsa de basura. Yo sigo sacando manchas del bañador.