Guía rápida para el turista accidental

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

06 jul 2016 . Actualizado a las 13:10 h.

De vez en cuando toca hacer de guía. Decidir dónde se hace el mejor pulpo de la ciudad. Qué iglesias no puedes perderte, contar la historia de la torre de Hércules. Descubrir a alguien que viene de lejos un bocadillo de churrasco que en Londres no se encontraría jamás. Cada visita guiada es como repasar la lección y obligarse a ver la ciudad con otros ojos, nuevos, como de estreno.

Torre de Hércules
Torre de Hércules PACO RODRÍGUEZ

A unos amigos, hace un par de semanas, el párroco de Santiago les hizo una visita guiada improvisada porque no se pueden ver las cosas deprisa, deprisa, como vemos todo ahora. Todos somos un poco turistas en nuestra ciudad, a veces. Como cuando levantamos la cabeza porque un guiri está haciendo una foto y descubrimos una galería modernista en la que no habíamos reparado en todo el invierno. O cuando improvisas un paseo para un primo recién encontrado y te apoyas en la barandilla del paseo para explicar los curiosos límites entre la playa de Riazor y la del Orzán, y vas señalando, de noche, la luz intermitente de la Torre, imaginando cómo sería aquella primera llama romana que señalaba la costa en el mismo punto, cuando el millón de luces de la bahía no podían hacerle sombra.

A mediodía encuentras un matrimonio de procedencia sin determinar mojando pulpo en la yema de un huevo frito. Que vete tú a saber si es que en vacaciones uno se vuelve menos purista o es que el sol rebotando en cada esquina de María Pita me lleva a pensar que más que una herejía, tal vez sea hora de probar Galicia y sus costumbres de otra manera. Nos descubrimos delante de las cartas de los restaurantes leyendo el menú en dos idiomas. E imaginamos qué pensarán quienes paseen estos días de sol y calor por la Marina huérfana de sombra y de verde, a la que observan desde lo alto los cientos de ojos de madera blanca y cristal de las galerías, con ese aire de haberlo visto todo de esa señora llamada A Coruña que esta primera semana de julio se despierta tarde y sale a la calle con su mejor vestido, las piernas morenas, oliendo a salitre, con el pelo revuelto por el viento que refresca las esquinas.

La señora Coruña se sienta en una terraza después de cenar porque en verano no tiene prisa. Y observa a los turistas que se sientan en esa plaza escondida a tomar una caña y disfrutar del aire de la noche. Y mira divertida a sus vecinos de todo el año, y se pregunta si ellos tampoco tienen prisa y dedicarán un rato este verano, aunque sea pequeño, a sentarse con ella a charlar, o lo que es lo mismo, a mirar cada fachada, cada museo, cada calle, cada golpe de mar, con esos ojos nuevos de quien descubre una ciudad por primera vez.