De la horca a la estatua

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

02 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es ya una costumbre histórica -no solo en España, donde somos muy de péndulo, sino en todo el mundo- ponerle una estatua a un tipo en el mismo lugar en el que fue previamente fusilado, quemado o ahorcado. Será la mala conciencia, que pasados doscientos o quinientos años empieza a remorderle a la ciudad y se acuerda de sus muertos.

Sucede en Roma, en el maravilloso Campo dei Fiori. Entre los puestos del mercado de las flores, en un lugar emblemático de la plaza, se levanta el monumento al pensador Giordano Bruno, al que otros romanos, los de 1600, prendieron fuego hasta la muerte por hereje.

En A Coruña tenemos nuestro Campo dei Fiori, con su Giordano Bruno coruñés y todo. Es la plaza de España, que no se llama exactamente Campo dei Fiori, pero casi: Campo da Leña. En la esquina con la calle de la Torre y San Juan está el monumento a Porlier, con su fuente de chorros de agua a ras de suelo donde abrevan las palomas y donde los niños entran y salen del agua esos dos o tres días del verano en los que hace calor en A Coruña.

La estatua de Juan Díaz Porlier, al que ajusticiaron en 1815 por liberal, es una estatua con muchos niños, palomas y jubilados alrededor. Una estatua siempre tiene un par de palomas de mano que, con sus vuelos rasantes y sus excrementos, le recuerdan al homenajeado que, a pesar del pedestal y la placa conmemorativa, sigue siendo humano, para que no se crea demasiado lo de la posteridad. Hay gente a la que le ponen un monumento de vivo y pierde el norte. Los muertos son más escépticos y como ven la realidad desde el otro lado de las cosas ya no se toman en serio los tributos póstumos. Ni siquiera cuando le ponen su apellido a una calle o a un bar, como Porlier, que tiene calle en Matogrande y bar en la Ciudad Vieja.

A Porlier lo dejó de piedra, en 1986, el escultor Escudero, que lo vistió de uniforme, con su capotón de granito y sus largas patillas de liberal.

La estatua está justo donde lo ahorcaron por eso, por liberal, que es de siempre la ideología del coruñés, digan lo que digan las encuestas y las urnas. Porque una cosa es ser liberal y otra muy diferente ser neoliberal. No tiene nada que ver. Y el coruñés es liberal. Liberal tibiamente de derechas o templadamente de izquierdas, da igual, pero poco amigo de doctrinas, absolutismos y monoteísmos.

Los jubilados se sientan al lado de Porlier, en un banco de madera que han puesto justo ahí para eso, y a veces lo miran muy fijamente como queriendo consolarlo con doscientos años de retraso. Pero Porlier, muerto y todo, se muestra impasible y en su cara solo se adivina una media sonrisa que prueba que nos mira sin rencor desde el fondo de la historia.