Pardo Bazán, Tabacos y la política

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

25 abr 2017 . Actualizado a las 00:07 h.

Tabacos ya era en tiempos de Emilia Pardo Bazán un símbolo de A Coruña, pero fue ella quien la elevó a la categoría de personaje en su obra La Tribuna (1882), que destila ya ese cariño por la factoría y las cigarreras que hoy, siglo y medio más tarde, ha reactivado la emoción de los coruñeses en la reapertura. Así se maravillaba Amparo, protagonista de la novela, cuando acudía a trabajar a la Palloza: «Embargó a la muchacha un sentimiento de respeto. La magnitud del edificio compensaba su vetustez y lo poco airoso de su traza; (…) poseían aquellas murallas una aureola de majestad».

VISTAS DE LA ANTIGUA FÁBRICA DE TABACOS Y ACTUAL AUDIENCIA PROVINCIAL DE A CORUÑA. JUZGADOS
VISTAS DE LA ANTIGUA FÁBRICA DE TABACOS Y ACTUAL AUDIENCIA PROVINCIAL DE A CORUÑA. JUZGADOS MARCOS MÍGUEZ

Si viviese hoy, Pardo Bazán también se habría emocionado con la nueva Fábrica, a pesar de que siga morando en el recinto lo que ella definía como «un poder misterioso, el Estado», con el cual sin duda es «ocioso luchar», un poder que exige «obediencia ciega», que a todas partes alcanza y domina «a todos». Tengo más dudas sobre su grado de emoción con el trasfondo político que, como es usual en estos casos, presidió la puesta en marcha del edificio. Este es el llamativo discurso que la condesa blande en el prólogo de la novela: «Es absurdo que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce, y a las cuales por lo mismo atribuye prodigiosas virtudes y maravillosos efectos. Como la raza latina practica mucho este género de culto fetichista e idolátrico, opino que si escritores de más talento que yo lo combatiesen, prestarían señalado servicio a la patria».

Visto en perspectiva no deja de ser llamativo que Pardo Bazán, una acomodada condesa del XIX, conviviese durante meses con las cigarreras de Tabacos casi como una trabajadora más para glosar la orientación política de la clase obrera y documentar su novela, que se cierra con un «¡Viva la República!» a mayor gloria de su protagonista, exponente de un desencanto social no muy alejado del de nuestros días. Sin ir más lejos, así consigue Amparo su empleo en Tabacos: «Hizo Borrén la recomendación a su prima, que se la hizo al contador, que se la hizo al jefe, y Amparo fue admitida en la Fábrica».

Es como si el pensamiento de doña Emilia revelase, más que cualquier adhesión ideológica, un hastío muy acorde con los tiempos que corren en España. Esta otra cita pertenece a Los pazos de Ulloa: «Si unas elecciones durasen mucho, acabarían con quien las maneja, a puro cansancio, molimiento y tensión del cuerpo y del espíritu, pues los odios enconados, la perpetua sospecha de traición, las ardientes promesas, las amenazas, las murmuraciones, las correrías y cartas incesantes, los mensajes, las intrigas, la falta de sueño, las comidas sin orden, componen una existencia vertiginosa e inaguantable».