La cotidiana verja de los llantos

a. m. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

24 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El edificio de los Nuevos Juzgados, ubicados en la calle Capitán Juan Varela, fue construido hace dos décadas y entonces no se pensó en la intimidad de cuanto reo llegase al inmueble para ser juzgado o para que preste declaración. El acceso de los furgones de la Guardia Civil -es la institución encargada de los traslados desde prisión a los juzgados, donde es la Policía Nacional la que se encarga de su custodia- se hace por una puerta lateral que da a la avenida de Alfonso Molina.

Una imagen muy cotidiana es de la madres, padres, hijos, novias o esposas agarrados con los dedos de la manos a la verja para poder ver a los suyos, enviarle besos, ánimo o incluso tabaco o dinero. Los detenidos bajan del furgón y en dos o tres pasos ya cruzaron la puerta de acceso a calabozos. Son un par de segundos los que se dejan ver. En tan poco espacio de tiempo, se desata la amargura. Llantos, gritos de dolor y peticiones a los guardias para que les pasen tabaco o dinero a sus allegados es lo único que se escucha.

Mientras unos reos bajan del furgón que los traslada buscando la sonrisa y el saludo de familiares y amigos tras la verja, otros salen con el rostro cubierto para evitar ser fotografiados.

En ocasiones, toda la zona de acceso a los calabozos del edificio de los Nuevos Juzgados está tomada por familiares y amigos de alguien a quien van a juzgar o a quien van a tomar declaración. Hablar de que a veces están apostadas más de cien personas, no es una exageración. Sobre todo si el arrestado es de etnia gitana. Su cultura les obliga a acudir en masa para que el pariente sepa que no está solo y ahí están todos para ayudar. Ya sea para lanzar voces de ánimo o consuelo, bien para hacer una colecta entre todos para pagar a un abogado.

No sería la primera vez que el equipo de intervención rápida de la Policía Nacional tiene que acudir para poner paz y calmar los ánimos de más de un centenar de personas.