Las graduaciones de bachillerato ya están ahí

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

28 abr 2017 . Actualizado a las 11:47 h.

Es uno de esos momentos en los que sientes como el tiempo te empuja por la espalda hacia otra etapa. El día en el que, aún torpe, te tienes que poner elegante para celebrar que la enseñanza media se termina. Le pides a tu padre que te haga el nudo de la corbata. Bueno, a lo mejor hoy se hace ya por tutoriales de YouTube. O, directamente, se pasa de todo y se planta uno en vaqueros y sudadera. Pero imagino que el significado continúa siendo el mismo: el de concluir la adolescencia con esa mezcla de inconsciencia y candidez que se irá para no volver jamás.

Graduación IES Ménendez Pidal, Zalaeta
Graduación IES Ménendez Pidal, Zalaeta

Efectivamente, el mes que entra es el mes de las graduaciones en A Coruña. Ya se ve en las tiendas ese ambientillo especial. Chicas con sus madres buscando vestido. Chicos preguntando a sus compañeros: ¿y tú cómo vas a ir? En unos días desfilarán las imágenes por la página de Pablo Portabales. De nuevo, se debatirá sobre en qué centro se arreglan más los alumnos, dónde resultan más excéntricos los chavales, cuáles son los más pijos y qué colegio desprende mejor rollo. Esa es la parte que se ve fuera. La otra, la cena y la salida nocturna, se vive dentro.

COU, lo que ahora es segundo de bachiller, llegaba a su final. Ahí, emperifollado con los compañeros de clase, sonreías, te hacías fotos y volvías a sonreír. Disfrutabas con forzado gesto indolente del acto de la graduación con su parafernalia (en mi caso, nos colocaban una banda y todo). Pero, sobre todo, de lo que venía después. Se trataba de una especie de Nochevieja pero primaveral, con la gente con la que llevabas años conviviendo y unos profesores que mostraban una cara totalmente inédita.

A mi graduación vivieron la mayoría. Verlos en formato de copas resultaba chocante. Tengo la imagen grabada: varios de ellos bailando el Saturday Night de Whigfield en el antiguo pub Recreo. Los más jóvenes y enrollados, nos acompañaron a Pirámide, incluso. Pero quienes lo dimos todo fuimos, sobre todo, los de clase. Era uno de esos momentos de todos a una y de sentir el pecho hinchándose. Ahí, desinhibidos, descamisados y eufóricos al final de la noche, mirábamos a la universidad sin llegar a pensar que aquella unión se iba a desgastar con los años hasta desaparecer por completo. O terminar, en el mejor de los casos, siendo una sonriente imagen de Facebook con un niño en brazos.

Habíamos prometido ir a la cafetería del colegio de reenganche a desayunar, en plan boutade. Pero no lo hicimos. Quizá ahora, donde hasta en las escuelas infantiles se hacen orlas y graduaciones, los chavales ya estén más curtidos en este tipo de actos. Entonces no. Era algo excepcional. Tanto, que cada vez que se acercan estas fechas me entran ganas de citar a aquel COU del Liceo. Porque, amigos, tenemos un desayuno pendiente.