Un té no puede costar 1,60. Por sentido común

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez SOFIA.VAZQUEZ@LAVOZ.ES

A CORUÑA CIUDAD

Un vaso de agua en el que se diluye el contenido de una bolsa de té verde no puede costar tanto como toda una lista de productos que se encuentran en el supermercado por 1,60 o menos

30 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El té lo sirvieron en una de esas tazas propias -y tan bonitas- de la infusión. La cantidad no era ni mucha ni poca. La normal. El sabor del líquido también era el propio del té verde. Rico. Sin más. Había la posibilidad de echarle unas cucharadas de azúcar. El lugar para tomar la infusión tampoco era nada especial: la barra de una cafetería de un barrio de un municipio a siete kilómetros de A Coruña. Eso sí, la camarera, muy atenta y amable con una disposición superior a la media que caracteriza al sector hostelero gallego.

-Por favor, me trae la nota.

-1,60 euros [primero lo dijo de viva voz y, tras pedírselo, trajo la factura]. El importe abonado da que pensar porque, por sentido común, un vaso de agua en el que se diluye el contenido de una bolsa de té verde (que no ha sido importado de la India o China, por ejemplo) no puede costar tanto como toda una lista de productos que se encuentran en el supermercado por 1,60 o menos. Ustedes vayan observándolos uno a uno en la fotografía. En la imagen superior tienen el tique de compra y ahí pueden comprobar su precio. Todos valen 1,60 o menos excepto dos: los tés Hornimans (1,95 euros) y verde Pompadur (1,69) que contienen 25 bolsitas.

Analicen los precios y comprueben que un desayuno para cuatro personas consistente en un vaso de leche con madalenas tiene un precio total de 1,23 euros.

Si al mediodía dos personas se preparan unas espinacas con atún y unos champiñones comen por 3,86 euros. Pueden tomar una manzana de postre y aún les sobran otras dos para la cena. El kilo de esta fruta salió a 1,61 euros.

Por la tarde se pueden tomar un picoteo a base de guacamole y tortas de maíz (2,94), y para cenar es fácil elaborar una especie de brazo de gitano utilizando la masa brisa, la salsa de tomate y el jamón cocido (3,79 euros total). Antes de ir a la cama, una onza de chocolate (0,79 una tableta) siempre elimina la ansiedad de un día de trabajo (es una excepción).

El menú detallado es solo una sugerencia porque alguien puede preferir cenar una ensalada de frutas: plátanos (1,50 tres unidades de Canarias), fresas (una bandeja de 500 gramos 0,89) y manzanas. Si utilizamos toda la fruta comprada y vertemos sobre ella cuatro yogures, se pueden reunir cuatro personas en una mesa y no pagar en conjunto más de 5,26 euros. Supongamos que se opta por hacer un salteado de champiñones con un poquito de aceite y ajo y servirlo acompañado de unos pimientos de piquillo y unos brotes tiernos. En este caso, la invitación para tres amigos cuesta 6,86 euros. Sobrarán ajos y aceite del bueno. Para acabar la velada se puede apostar por servir un flan en un plato bonito. Sin más. Cada unidad vale 0,23 euros. En la despensa todavía quedarían productos como leche, galletas, yogures (en la foto hay de dos tipos), aceitunas y dos piñas de brécol. También se podría encontrar manzanilla con anís (10 sobres costaron 0,75), té Pompadur clásico (10 sobres por 0,75), té Pompadur descafeinado (25 sobres por 1.95).

Valor y precio

Tras el análisis, se concluye que el problema radica en que, como los necios, los ciudadanos de hoy no son capaces de distinguir entre valor y precio. Y por aquel té que costaba 70 pesetas en el año 2001 (un año antes de la introducción del euro) hoy pagan -y sin rechistar- 1,60 euros o, lo que es lo mismo, 266 pesetas.

Sin embargo, es cierto que en una sociedad donde impera el libre mercado cada cual puede cobrar lo que considere (lo que le dé la gana) por los servicios que presta. Serán sus potenciales clientes los que tendrán la opción de contratar o comprar o no hacerlo. Por lo tanto, poco hay que decir. Solo pedir que nadie se aproveche del escaso valor que se le da a esas monedas de céntimo de euro para ir incrementando los precios de esas cosas pequeñas, pero muy nuestras, como pueden ser tomar un té, una caña o un café.