Científicos de la UDC y de Bath investigan la utilidad de las cenizas de centrales térmicas

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Un proyecto con empresas gallegas abre una vía inesperada para aprovechar las escorias en biohormigones

03 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En los materiales inertes la vida puede reparar errores de cálculo. Un biohormigón desarrollado por investigadores de la Universidad Técnica de Delft aloja entre sus componentes bacterias que al entrar en contacto con el agua reaccionan produciendo calizas que sellan las grietas de la superficie. El hallazgo viene a resolver un problema frecuente en el hormigón, que tiende a formar fisuras -a causa de cargas y tensiones- por las que el aire y el agua se filtran hasta alcanzar la armadura de acero, que queda expuesta a la corrosión. Hubo ensayos en Delft, también en Cambridge, Cardiff y Bath, y a estos últimos se han dirigido un grupo de investigadores de la Universidade da Coruña (UDC) para aportar una experiencia que puede abrir una línea nueva de biohormigones.

«Un proyecto es algo vivo», afirma la ingeniera del gCons Belén González Fonteboa para explicar esta tangente a la investigación sobre escorias de centrales térmicas que los ocupa desde el año pasado y les ha brindado la conexión con Bath. El programa Cenicienta, que reúne a un consorcio de empresas lideradas por Prefhorvisa, el gCons y el Grupo de Ingeniería Civil y Energías Marinas de la Universidade de Santiago, pretende poner en valor las cenizas de fondo o de cenicero producidas en las centrales térmicas tras la quema del carbón como material sustitutivo de los áridos convencionales en hormigones, morteros y mezclas para carreteras.

Relieves viejos y nuevos

La iniciativa trata de reemplazar las arenas de cantera que han ido vaciando montañas con un acusado impacto ambiental por estas escorias almacenadas en gigantescas escombreras, en el mejor de los casos regeneradas, que a su vez han ido creando nuevos relieves. El gCons todavía no ha establecido la dosis máxima de cenizas que pueden incorporarse a las mezclas, pero ha terminado la caracterización de los residuos del carbón, en lo que es la primera fase del proyecto, y los resultados han alumbrado una aplicación diferente a la que motivó el proyecto.

«Las cenizas que hemos caracterizado pertenecen a centrales térmicas diferentes, porque carbones diferentes producen escorias diferentes, pero todas son ligeras y muy porosas y esas son las cualidades que requieren los biohormigones; por eso se nos ocurrió pensar si serían buenas portadoras de bacterias y decidimos ponernos en contacto con el grupo de Kevin Payne [en Bath], al que ya conocíamos por sus trabajos en hormigones autorreparables», explica Belén González, que ha pedido una ayuda a la UDC para realizar en julio una estadía de un mes en el Reino Unido, junto con una compañera del gCons.

Entre tanto, el equipo del catedrático Fernándo Martínez Abella continúa los ensayos del proyecto Cenicienta para aprovechar las escorias del mineral que es la segunda fuente de energía del planeta -alrededor del 30 %- después del petróleo, y cuya combustión libera a la atmósfera cantidades ingentes de dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero causante del calentamiento global.

Una vez cuantificados los porcentajes de cenizas, investigadores y empresas probarán el material resultante en prototipos de bloques prefabricados, hormigones in situ y en un tramo de carretera que construirán para observar el comportamiento de las cenizas en las capas de relleno y las mezclas con betún.

La experiencia pionera de Prefhorvisa

La iniciativa de investigar las cenizas de la centrales térmicas en el ámbito de la construcción sostenible partió de una experiencia familiar y empresarial. El ingeniero industrial Francisco García fundó Prefhorvisa en 1965 y a finales de la década de los 80 «hizo algún pinito», en palabras de su hijo, Pablo García Carrillo, en la utilización de las escorias de la combustión del carbón. No las cenizas volantes, que ya se utilizaban como adición al cemento, sino las de cenicero, almacenadas por las centrales en escombreras y cedidas a empresas como Prefhorvisa hasta que un buen día llegó por la puerta un comercial ofreciendo su venta.

Con ese episodio en la memoria y a sabiendas de las propiedades de estos residuos, que en los ensayos llevados a cabo por su padre aportaron ligereza y buenas cualidades como aislantes térmicos, García Carrillo promovió el proyecto Cenicienta, presupuestado en 724.000 euros y en el que participan otras tres empresas gallegas -Galaicontrol, Extraco e Indutec-, así como las universidades de A Coruña y Santiago en calidad de centros tecnológicos. Los resultados de la investigación, que cuenta con una subvención de 412.000 euros concedida por la Axencia Galega de Innovación y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, se conocerán a finales del próximo año.