Un médico de toda la vida

Federico Sánchez

A CORUÑA CIUDAD

No disponible

José Prego nació en Cabanas en 1931

17 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el punto final de la vida, cuando ya no podemos hacer nada ante la pérdida de un gran amigo, recurrimos al baúl de los recuerdos y vivencias que nos quedan de la persona que nos deja. En El Otoño de la Edad Media, Johan Huizinga decía ‘Cuando la Humanidad era 500 años más joven...’. Ahora te digo yo: Querido amigo Prego, cuando éramos 40 años más jóvenes, una tarde te conocí en la Mutualidad de Futbolistas. La persona que me abrió me dijo: ‘Sígame, le espera el doctor Prego’. Al presentarme, vi una persona de aspecto serio, pelo gris, que correspondía con las características del médico de toda la vida. Transmitías una sensación de afecto y empatía, como si ya me conocieses, notando a partir de ese momento que quedabas incluido en el grupo de tus amigos. Y es lo que observé siempre a lo largo de estos años. Tu calidad humana. Fuiste el amigo fiel para lo bueno y lo malo, siempre dispuesto a echar una mano. Estuviste cuando y donde se te necesitaba o se te buscaba. Te alegrabas de los éxitos y logros de tus amigos, disfrutando de ellos y pasando a divulgarlos como si fuesen los de un familiar.

Prego, doctor Prego o don José te solían llamar dependiendo de la relación que tenían contigo. Los que usaban el apellido a secas eran de tu círculo de amigos, entre los que nos encontramos muchísimos porque los fuiste ganando por todas partes y estratos sociales. Eras el doctor Prego en la relación más profesional y oficial. Fuiste y serás siempre don José para todos aquellos que trataste a lo largo de toda tu gran trayectoria profesional, tanto en la medicina privada como en la pública, en los ambulatorios de Federico Tapia y la Casa del Mar. Don José sonaba en sus labios con connotaciones telúrgicas, llenas de admiración y respeto. Fuiste médico de cabecera porque acudías a ver al enfermo a la cabecera de la cama, de día o de noche, a la hora que aparecía la enfermedad. Y eras médico de familia porque tratabas los padecimientos de niños, adultos, padres y abuelos.

A Coruña ha perdido a uno de esos médicos de gran raigambre, que admiramos por sus conocimientos y filantropía. Fue un médico hipocrático que antes de realizar una exploración, por muy avanzada que estuviese la tecnología, lo primero era hablar con el enfermo. Preguntarle qué le pasa, desde cúando, y si ve algún motivo para que le suceda. Estas tres preguntas que le enseñaron a Prego cuando era estudiante en la facultad de Santiago salvaron, salvan y seguirán siendo pilares de la medicina, aunque muchos hagan por enterrarlas. Creo que Prego, don José, era para esta ciudad uno de esos médicos carismáticos en los que el enfermo veía la figura paternal y amiga.

No puedo dejar de mencionar a una persona que sé le gustaría que se citara: su gran amigo, mentor y maestro, Rafael Hervada. Con él estuvo ya en la primera clínica quirúrgica que abrió en Cuatro Caminos, antes del hospital San Rafael, centro con el que siguió colaborando hasta hace un año.

Prego, desde estas líneas dejarte el testimonio de gratitud de tus amigos por habernos dato tu amistad durante todos estos años.