Fogatas y romerías de San Pedro

Por Xosé Alfeirán

A CORUÑA CIUDAD

ARTUS

Los vecinos de A Coruña acudían a Nós o a Visma a celebrar al santo portero del cielo

26 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Historias con Historia

Era una de las festividades más populares en Galicia: el día de san Pedro, 29 de junio. En la víspera, al anochecer, por calles y plazas de villas y aldeas se encendían fogatas en su honor y durante el día de su fiesta, en las numerosas parroquias que lo tenían como patrón, se celebraban romerías muy frecuentadas por vecinos y gentes de los aledaños. Todo en gloria del santo que, según la religión cristiana, guarda las llaves del Cielo.

A comienzos del siglo XX los coruñeses lo festejaban con rutinas que se repetían año tras año. La víspera, a la noche, en las calles de los barrios periféricos y en las aldeas de los alrededores, se mantenía viva la tradición de encender las fogatas de san Pedro. Y así se haría hasta la década de 1960, desapareciendo posteriormente. Los más jóvenes, como en san Juan, se encargaban de carretar la leña y levantar las hogueras. Eran de menor tamaño, pues ya se había quemado mucha madera por san Juan, sin embargo tenían un gran valor propiciatorio. Una vez encendidas había que saltarlas. Con el paso del tiempo y los cambios de costumbres, las tradiciones se desvanecen, las explicaciones se pierden y los ritos se vacían de contenido y se llenan de razones seudocientíficas cosmológicas o de puro divertimento. Muchos ya no sabían porque lo hacían, pero sus antepasados las saltaban implorando a san Pedro para que abriese las puertas del cielo y dejase pasar a sus familiares difuntos. Esa misma noche, las murgas daban serenatas a los que celebraban su santo.

A la hora de ir a su romería, los coruñeses se dividían, unos iban a la de San Pedro de Nós, otros a la de San Pedro de Visma. Las malas lenguas decían que los pedros formales y sensatos, con chaleco y corbata, iban a Nós, mientras que los pedros alcohólicos y bullangueros, con cuello subido o pañuelo anudado, elegían Visma. A Nós acudían muchas familias, llenando los trenes y pasando una jornada campestre. A Visma se iba a pie y muchos regresaban de noche, cantando y con la cabeza caliente por la bebida. En ambas se repetía el mismo ritual: oficios religiosos, romería en el atrio de la iglesia a la que acudían rosquilleras y taberneros, merendiña en los campos inmediatos, verbena hasta la noche, al compás de gaitas y pianos de manubrio, y cohetes. Como el buen tiempo casi siempre acompañaba y la concurrencia era numerosísima, la romería y las verbenas solían tener ripote, es decir, se repetían durante uno o varios días consecutivos.

La abundancia de vino, aguardiente y anís, escarchado en honor de san Pedro, y la presencia de numerosas mujeres y pandillas de hombres de diferentes parroquias solían, de vez en cuando, ocasionar incidentes y trifulcas. Las protagonizaban los guapos, rifeños o zulús, nombres que en esa época se empleaban en la ciudad para calificar a los jóvenes pendencieros de la periferia rural, hábiles en sacar la “chaira” o navaja. El suceso más grave ocurrió en 1903 en Nós. A las ocho de la tarde del 30 de junio, a palos, tiros y navajazos se enfrentaron mozos de San Pedro de Nós, Vilaboa y O Burgo, resultando seis heridos graves. La pendencia seguiría.