«Cuando corro consigo olvidarme de que estoy ciega»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

A sus 23 años, esta coruñesa del Ventorrillo ha logrado adaptarse a no ver. Un tumor cerebral la dejó invidente a los 11 años

23 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con su enorme sonrisa y sus irónicamente luminosos ojos, Ana Varela Mosteiro (A Coruña, 1994) va contando cómo se quedó ciega a los once años.

-¿Así que su ceguera no es de nacimiento?

-No. A los once años tuve un tumor cerebral y este me oprimió el nervio óptico. Se me quedó atrofiado. Por eso no veo bien.

-¿Salió del hospital sin ver?

-Así es. Los médicos me dijeron que no había posibilidad de que recuperase la vista.

-¿Con qué porcentaje de visión se quedó?

-Con un 2 %. Pero ver muy poco no es lo mismo que no ver nada.

-Ese 2 % será un mundo, ¿no?

-¡Claro! Puedo saber si hay un paso de peatones, por ejemplo.

-¿Cómo fue su vuelta a casa, al colegio, a su vida...?

-Me costó mucho adaptarme. Me enfadé con todo. No quería sentirme diferente. Repetí curso, luego lo dejé, después fui a un colegio de la ONCE… A los 19 años, sentí que no había hecho nada bien, pero esa etapa ya pasó. Ahora me planteo ir a la universidad, para estudiar Educación Social.

-Huye del victimismo.

-Sí. Odio dar pena.

-¿Qué tal la vida social?

-Mis amigos son una parte fundamental. Siempre han estado ahí. Me venían a buscar a casa para ir al instituto. O me copiaban los ejercicios en grande. En eso he tenido mucha suerte.

-¿Va a la discoteca?

-Sí, claro. De noche no veo absolutamente nada, pero nunca me he perdido. Tengo que ir agarrada a alguna de mis amigas todo el rato y no despistarme mucho porque, si no, no las encuentro. Salir conmigo es un rollo.

-¿Qué cosas son importantes para usted en el día a día, que para los videntes son nimiedades?

-Que me cambien las cosas de sitio. En la cocina, por ejemplo. Me vuelvo loca. No sabe cuántas veces le he echado pimienta a algo pensando que es canela. O que me dejen la aspiradora en el pasillo.

-¿Cuántas veces tropieza al día?

-¡Ja, ja...! En casa, muchas veces, pero por la calle no, tengo mucha suerte.

-¿No ver tiene alguna ventaja?

-¡Muchísimas! Sientes más que viendo. Notas el aire, los olores, los sonidos, los sentimientos de las personas... Pasamos muchas cosas por alto. Como yo vi, puedo valorar las dos circunstancias. Y no tengo superado no ver, pero sí estoy adaptada a no ver.

-¿Qué le aporta correr?

-Para mí es como una liberación. Me relaja mucho. Cuando corro, consigo olvidarme de que estoy ciega. No me acuerdo de que no veo. Me siento feliz.

-Corre con guía, claro.

-Sí. Lo puedo hacer gracias al club de Sada, que el año pasado firmó un convenio con la ONCE. Allí me sentí genial desde el primer momento. Mi guía es Luis Pinedo Armesto y, si sigo entrenando, es por él.

-¿Cómo le ayuda?

-Yo no pido que me traten diferente, pero sí que me tienen que ayudar. Preciso unos apoyos, que cubran mis necesidades.

-Explíqueme el sistema.

-Solemos entrenar por el paseo marítimo de O Burgo. Voy unida a él a través de una cuerdecita. Con el gesto de la mano, ya sé por dónde tengo que ir.

-Se acaba de proclamar subcampeona de España en Burgos. ¿Cuál es su próximo reto?

-Mi entrenador Luis dice que puedo llegar a unos europeos.

«Un novio mío no se dio cuenta de que no veía hasta un mes después»

Como no usa bastón, porque dice que le da vergüenza, la invidente Ana Varela tiene que ir con cuidado por la calle. Pero también es verdad que se conoce su barrio del Ventorrillo al dedillo.

-Así que habrá gente que no se dé cuenta de que usted es ciega.

-Si voy con gafas de sol, no se dan cuenta de que no veo. Me pasó con un novio que tuve, que no lo supo hasta un mes después. ¡Y porque se lo dijeron mis amigas!

-¡Muy avispado no era, ja, ja....! Anda que tiene tela la cosa.

-[Risas] Es que si sé que voy a durar tres días con alguien, no se lo digo, pero cuando ya ves que sí… [Más risas] Con ese novio estuve saliendo durante un año.

-¿Los busca guapos o le da igual?

-¡Ay, no! ¡Tienen que ser guapos! Me tienen que gustar. Mis amigas ya conocen mis preferencias, así que informan: «Ana, ese es guapo. Yo, si fuera tú...». ¡Menos mal que en Facebook puedes ampliar las fotos, ja, ja...!

«Para ponerme un rímel o la raya del ojo, me apaño sola»

Ana Varela es una chica feliz, guasona y disfrutona, que quiere entrar en la universidad. Llega a la redacción del periódico con los ojos ligeramente maquillados.

-¿Se maquilla usted el ojo?

-Si quiero ir de fiesta o bien arreglada, me pinta una de mis hermanas. Pero, para ponerme un rímel o la raya del ojo, ya me las apaño yo sola. ¡Hasta he llegado a depilarme las cejas a mí misma! Cuando no me da tiempo a ir a la peluquería, lo hago yo.

-¿Y con la ropa igual?

-Sí. Mi ropa me la elijo yo. Si voy de compras con mi madre, primero escoge ella lo que cree que me puede gustar. Me explica cómo es, yo lo toco y, si me gusta, me lo pruebo y me lo llevo.

-Ya, pero no puede ver cómo le queda.

-En cuanto llego a casa, ya se encargan mis hermanas de decírmelo, ja, ja... Como me suelten un «¿A dónde vas con eso? ¡Te sienta fatal!», ya voy corriendo a la tienda para cambiarlo, ja, ja...

-¿Cuál es la clave de que usted sea así? ¿La no sobreprotección por parte de su familia?

-Sí. He tenido mucha suerte. Mis padres siempre me han empujado, a base de guantazos de realidad, para que yo avanzase. Si no, yo no habría salido adelante. La que perdió la vista fui yo, pero para mi familia también fue muy duro. Ellos también se han tenido que adaptar a una situación así.