Los muertos sueñan con la nieve

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

01 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Últimamente se me llenan las columnas de fantasmas, de espectros, de espíritus. Yo no diría de almas en pena, porque a los difuntos de esta Santa Compaña los veo andarines y vivarachos.

Hoy vuelven aquí porque este martes toca ir a los cementerios de Feáns, de San Amaro, de Oza, de San Pedro de Visma y a los pequeños camposantos de todas las parroquias de Galicia para que no quede ningún difunto sin visitar, ninguna lápida sin adecentar, ninguna flor sin poner en las tumbas y los nichos de los nuestros.

Donde mejor he visto explicada la relación de los gallegos con la muerte es en Shtisel, una serie de televisión israelí ambientada en un barrio ultraortodoxo de Jerusalén. ¿Qué tiene que ver la existencia de una familia jaredí de Mea Shearin con la de una tribu descreída de la ronda de Outeiro? Pues todo. Porque, al final, por muchas etiquetas que nos pongamos, a todos nos preocupan las mismas cuatro cosas. Por eso, justo hoy, me acuerdo de cómo los difuntos entran y salen de las vidas de los protagonistas de Shtisel y de cómo los muertos se sientan a comer con los vivos en la mesa de la cocina. Y pienso que eso sería lo que haría una abuela gallega si viese entrar por la puerta a uno de sus difuntos: sentarlo junto a la bilbaína y empezar a cortar queso y chorizo como si no hubiese un mañana para darle algo de comer al pobriño, que no trae buena cara del más allá, mientras abre la botella del vino nuevo y le pregunta si el café de pota lo quiere con gotas o a palo seco.

Y me acuerdo también de Los muertos, de James Joyce, que acaba de traducir al español la coruñesa Susana Carral, y de cómo al final de ese cuento nieva sobre los vivos y los muertos de Dublín. E imagino que nuestros muertos, los de A Coruña y Jerusalén, a veces todavía sueñan con la nieve.