Por fin un cafeciño en los campos de la Torre, en A Coruña

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Un partido en los campos de la Torre.
Un partido en los campos de la Torre. ANGEL MANSO

La cafetería de la ciudad deportiva Arsenio Iglesias será bien recibida por los 300.000 usuarios que tiene cada año esta instalación

20 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos momentos percuten sobre mi cabeza cuando pienso en el frío sufrido como aficionado al fútbol. Uno, un encuentro de Copa del Rey del Dépor en Pamplona en el que no encendían los ordenadores portátiles y los aficionados se refugiaban en la grada bajo mantas corridas. Y otro, un partido de mi hijo mayor en los campos de la Torre, con un nordeste que dejaba la sensación térmica en modo pingüino y que no logré neutralizar ni poniéndome dos cazadoras. Letal. Y encima, con el recochineo de un sol incipiente e inútil que solo servía para entorpecer la visión del juego.

Trescientas mil personas pasan cada año por la ciudad deportiva Arsenio Iglesias. Eso es Coruña al completo, más una buena parte del área metropolitana. Y toda esa gente aplaudirá con entusiasmo la puesta en marcha este verano de la cafetería de los campos de la Torre, un ansiado refugio.

Bueno, vamos a ver primero en qué queda este asunto, que no es nuevo. El 15 de mayo del 2015 se firmó un contrato con un empresario para la instalación del local hostelero. Ocho años se han cumplido esta semana y, por distintos avatares, el cafeciño caliente y bajo techo en el crudo invierno de punta Herminia, autopista de acceso de todas las ciclogénesis explosivas, sigue siendo una utopía que se desea en cada temporada futbolística y que se maldice hasta la blasfemia con cada despiadada borrasca.

De entrada, nos anuncian una instalación desmontable —exigencia de Patrimonio— en un córner de la ciudad deportiva. Bueno, da igual dónde la pongan. Pero que monten ese refugio en algún sitio y lo hagan pronto. Por el bien del fútbol base y de los sufridos padres coruñeses que lo sostienen a costa de salud y —esperemos— de cafés.