Una nueva Stolperstein en A Coruña: «Tío Juan, a túa lembranza é a miña esperanza»

A CORUÑA CIUDAD

El Stolpersteine en homenaje a González del Valle, colocado en la calle Padre Feijoo
El Stolpersteine en homenaje a González del Valle, colocado en la calle Padre Feijoo César Quian

Juan González del Valle fue gaseado en Hartheim hace 82 años. Ahora una placa de bronce le rinde homenaje en Padre Feijoo, como se seguirá haciendo en la ciudad con otros coruñeses asesinados en campos de exterminio nazis

18 abr 2024 . Actualizado a las 18:38 h.

«Tío Juan, a túa lembranza é a miña esperanza». Javier solo pudo estar por carta en el número 3 de la calle Padre Feijoo de A Coruña, donde se rindió homenaje a Juan González del Valle. Conoció más tarde de lo que le gustaría la historia de este escritor republicano que hace 82 años fue gaseado en el centro de exterminio nazi de Hartheim. Lo hizo gracias, en buena medida, a Xesús Alonso Montero, el expresidente de la Real Academia Galega al que considera «mestre e amigo», y a esas instituciones y asociaciones que velan por mantener viva la memoria de aquellos que fueron silenciados de la manera más atroz.

La dignidad de González del Valle se ha materializado en forma de Stolperstein, una placa de bronce que «obriga a pensar no que aconteceu para que non volva a pasar», como recordó el responsable de Fomento e Promoción da Cidade, Gonzalo Castro, minutos antes de que unos operarios volvieran a ligar la figura de este escritor republicano a la casa donde nació. Es la séptima Stolperstein que se coloca en la urbe herculina, después de que este verano el artista alemán Gunter Demning, ideólogo de este proyecto, se desplazase hasta la ciudad para poner a A Coruña en el mapa de esa infinidad de localidades europeas que luchan por el derecho a la memoria histórica. No será la última, pues Carmen Rodeja, de la Asociación pola Recuperación da Memoria Histórica, confirma a La Voz que se colocarán diez más antes de que termine el año.

Vecinos, perfiles políticos —«de todo color ideológico», como recuerda Rodeja—, y representantes de la cultura gallega, se juntaron para un acto donde se conjugó en diferentes tiempos el verbo «reparar». El crimen, la injusticia, el dolor de las familias. Y que se usó también en esa acepción que denota advertencia, precisamente lo que se busca con estas piezas, para que al menos por unos segundos, cuando se camina en el presente, la mente vuelva al pasado. 

Hasta ese pasado viajó, entre otros, el filólogo Lázaro Louzao, que puso el foco en este intelectual que «sempre sae na foto de grupo no libro de texto do instituto e do que nunca se di nada». De González del Valle recordó a su familia «burguesa, acaudalada», y también sus círculos literarios, en los que no faltaron Rafael Alberti, Azorín, Rubén Darío, Castelao o Blanco Amor. En la parte profesional, su currículo está vinculado a la Real Academia Galega, de la que fue miembro, y a la revista Alfar, que llegó a dirigir en su última etapa. 

En los años 30, tras trabajar como docente en diferentes institutos de España, se apunta voluntario en el batallón de su sindicato de enseñanza, a FETE, incorporado a la I Brigada Internacional, a las órdenes de Ramón J. Sender. De Madrid marchará la Valencia en el quinto Regimiento de las Milicias Populares encabezadas por Antonio Machado, y de ahí a Barcelona. Con la caída de Cataluña pasa a Francia, donde es internado en un campo de prisioneros en Angoulême. Fue trasladado a Mauthausen el 4 de agosto del 1940, siendo asesinado 13 meses después, gaseado, en el castillo de Hartheim.

Rodeja mencionó esas «mantas de silencio, e máis e máis mantas», con las que fue cubierto González del Valle por su incómoda posición política. Unas mantas que dejaron preguntas que ya no tendrán respuesta, pero que en este homenaje se quisieron, al menos, lanzar al aire. Contagiado por la «grave enfermedad de escribir», reflexionó Louzao: «Que obra deixamos de ler por culpa da venganza e da barbarie?».

El acto conmemorativo a González del Valle llega tan solo unos días después de que concluyeran las tareas acometidas en el cementerio de Bértoa (Carballo) por el equipo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARHM), gracias al cual se localizaron cuatro cuerpos que, según todo apunta, serían los de Juan Boedo Pardo, de 28 años; Andrés Pinilla Fraga, de 52; su hijo Pedro Pinilla Calvete, de 21, y Francisco Miguel Fernández, de 38, pintor. Estos hombres fueron paseados, asesinados, y aparecieron en una cuneta de Queo de Arriba, Bértoa, el 29 de septiembre de 1936, hace ahora 87 años.