No es un cruceiro, es una historia de amor

Toni Silva IRIXOA / LA VOZ

IRIXOA

Fina, hija de José Porca y María Pico, junto a su marido Daniel, posa junto al cruceiro de Fonte de Ambroa que ha trascendido la historia de amor de sus padres.
Fina, hija de José Porca y María Pico, junto a su marido Daniel, posa junto al cruceiro de Fonte de Ambroa que ha trascendido la historia de amor de sus padres. CESAR QUIAN

Cuando María murió atropellada, José regresó a la fragua de Irixoa para tallar unas piezas que coronaran el monumento en el lugar del accidente

09 abr 2023 . Actualizado a las 13:38 h.

Hay una historia de amor que permanece escrita en piedra y acero inoxidable. Tiene forma de cruceiro y se encuentra en Fonte de Ambroa, una aldea de Irixoa. El monumento acumula años sobreviviendo a sus protagonistas. José y María eran una de esas parejas que formaban una unidad vital, dos seres inseparables a los que el paso de los años no consiguió quitarles la costumbre de caminar cogidos de la mano. Fue un matrimonio con un contexto curioso porque el hermano de José Porca se casó con la hermana de María (Antonio y Mari Pepa). Ellos pertenecían a una saga de ferreiros en una forja fundada por sus antepasados. Cumplidos los 80 años, José llevaba tiempo retirado del oficio, que había delegado en su yerno Daniel, sastre de profesión, pero cuyas manos dan fe de que lleva muchos años lejos de la suavidad de las telas.

La historia de amor se rompió de forma abrupta un día de diciembre del 2000. Mientras José Porca preparaba la comida, María salió a dar un paseo por las proximidades de la casa, a la que en ese momento se acercaba un camión marcha atrás para descargar un pedido de pienso. La mujer murió bajo el vehículo. Los primeros vecinos que acudieron al lugar del siniestro sospechaban que también José estaba debajo, «porque sempre ían xuntos». Comenzó entonces una dura etapa de luto de José, que se sintió como si le hubieran partido por la mitad.

Su hija, Fina, y su marido, Daniel, junto con el hijo de ambos, Daniel Rodríguez, recuerdan la evolución de aquel duelo de José, que regresó a la fragua para distraer con sus manos la nostalgia por María. Sus familiares señalan dos figuras religiosas metálicas sobre una mesa. «Son San Ramón e San José, os santos da igrexa de Ambroa», explica Fina. La estancia lleva el sello de José Porca con decenas de pequeñas obras, con varias figuras sobre el Quijote. En la pared destaca una bandeja colgada con una colección de cuchillos y pequeñas hoces, como un cuadro explicativo para sus nietos y bisnietos, que siempre se le arrimaban porque la paciencia de José también se extendía a las personas.

José Porca confeccionando una colección de quijotes
José Porca confeccionando una colección de quijotes Atr

«Pero iba todos os días ao cemiterio a falar con ela, a iso da tardiña, despois de traballar no taller», recuerda emocionada Fina. Quizá en una de esas visitas, a José Porca se le alumbró la idea de hacer su obra más poderosa, un vestigio irreductible para conmemorar su recuerdo y amor por María. «E entón encargou o cruceiro», señala Daniel, el hijo de Fina. Una empresa de Bergondo preparó la piedra y la instalación en el lugar de la finca particular a apenas seis metros del lugar del accidente. Pero las manos de José se encargarían de la obra final, de la creación de las dos figuras, Jesús y la Virgen María, que coronarían este cruceiro-homenaje. Y las confeccionó con acero inoxidable y tiznadas con ácido de carbón, para hacerlas incorruptibles al paso del tiempo a la vez que las dotaba de un aspecto más antiguo. El cruceiro le devolvió la sonrisa. «Tiña unha alegría bárbara cando viñan visitas á casa, el estaba moi orgulloso de contarlles que o fixera na honra da súa muller», relata Fina.

Y la lámpara de la iglesia

Apenas pasaron cuatro años entre la muerte de María Pico, cuyo accidente fue recogido en las páginas de La Voz de Galicia, y la de su marido José Porca, fallecido a los 87 años y hoy enterrados juntos en el cementerio parroquial de Ambroa en cuya iglesia también sobrevive un precioso vestigio de este ferreiro. «O meu avó fixo e donou a lámpara do templo», recuerda sonriente su nieto Daniel.