Vallas por donde vayas

Toni Silva SADA / LA VOZ

SADA

El carril bici y la peatonalización de varias calles ha multiplicado las barreras por el núcleo de Sada

29 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una eclosión amarilla inunda Sada. En el centro urbano de la villa marinera cuesta caminar sin toparse con una de estas vallas metálicas u otras de color aluminio con el icono del Concello. O con esas cintas bailadas por el viento para impedir el paso sobre el césped de todo el paseo marítimo. También las hay colchoneras (blancas y rojas) en la puerta principal del campo de fútbol. Las obras se han multiplicado en el municipio. Especialmente vistosa es la del carril bici que se dibuja paralela al litoral urbano. «Hay que ser comprensivos, lo importante es que el tráfico no se ve muy afectado», dice un paseante junto a la Casa de Cultura Pintor Lloréns.

Aunque algo de lío se espera para hoy con motivo del feirón. Especialmente porque las obras han reducido el espacio del aparcamiento. Y en algunos casos, de forma definitiva. Que se lo digan a los comerciantes de la primera Travesía de la calle de la Obra. En sus negocios asoman carteles de queja contra el Ayuntamiento por peatonalizar. Ahora hay vallas en varios puntos de la calle para acabar de asentar el último pavimento colocado. «Pero los coches ya no podrán aparcar - se queja Mercedes, responsable de una de las tiendas de la estrecha vía-; hemos recogido más de 500 firmas, ya las hemos presentado, y seis cartas de protesta, también a la Diputación». El concejal de Obras, Miguel Tenreiro, se desmarca de la polémica. «Eu expliqueille aos que viñeron falar comigo en que iba consistir a obra», indicó. El Concello ya había hecho público en el 2015 la peatonalización de la vía con cargo a fondos provinciales. Las vallas se reproducen ante la oficina de Correos y en otro punto a apenas unos veinte metros de allí. También junto a la capilla de San Roque. Y junto a la popular Terraza de Sada, las vallas dividen el espacio entre el aparcamiento público y el de los taxistas. A pocos metros, el restaurante Náutico espera, entre vallas, el día de su derribo.