El cine social se adueña de Málaga con «La deuda» y «Los héroes del mal»

EFE

CULTURA

La primera traslada el drama a los agricultores de Huaráz, en el altiplano peruano, y la segunda pone su foco de atención en jóvenes inadaptados y violentos

18 abr 2015 . Actualizado a las 19:56 h.

Dos películas de corte claramente social, una, Los héroes del mal, sobre jóvenes inadaptados y violentos, y otra, La deuda, que traslada el drama a los agricultores de Huaráz, en el altiplano peruano, se adueñaron este sábado del Festival de Cine español de Málaga, donde compiten por la Biznaga de Oro.

El realizador Zoe Berriatúa ha presentado una inquietante cinta sobre el amor y la amistad entre adolescentes que pone los pelos de punta. Los héroes del mal es un relato de violencia que, además, está basado en experiencias propias del director. En una entrevista con Efe, Berriatúa ha explicado que el vínculo entre amigos que se crea cuando eres adolescente «es intensísimo; tanto que no importa nada más, y si tu amigo se encuentra mal eres capaz de recorrer el mundo, de bajarte de un coche en marcha, para que esté bien». Este vínculo es el tema de la película; «la violencia -explica- es el McGuffin (la excusa) para contar una historia de amor y de amistad, romántica en el sentido más real, oscura, y con bastante tensión emocional», concede el debutante madrileño.

Los héroes del mal es la historia de tres adolescentes aparentemente víctimas de la humillación, del maltrato y de la incomprensión; son los «raros» del grupo, los inadaptados, que finalmente se buscan y se encuentran y resuelven su situación de la peor manera posible: dejándose llevar por sus instintos más agresivos. Explica Berriatúa que ha basado el guión en experiencias biográficas, «no autobiográficas -aclara-, pero digamos que he tenido malas compañías». Así, tanto el turbio Aritz (Jorge Clemente) como Sarita (Beatriz Medina) «existieron» en la vida de Berriatúa, que sería Esteban (Emilio Palacios), su alter ego, pero «todo magnificado con más crimen del que había, ¿eh?, porque si no, mal asunto», se ríe.

«Me plantee escribir al pensar qué puedes hacer cuando convives con una persona agresiva, enferma mental, un psicópata y eres menor de edad, porque la ley no hará nada hasta que tenga 18 años», apunta. Cuenta que hace ocho decidió rodar sin dinero y aquellos primeros planos los vieron Álex de la Iglesia (que hoy se desplazo a Málaga para arropar al madrileño) y Kiko Martínez de Nadie es perfecto, y gracias a ellos terminaron la película «en condiciones óptimas».

Horas después llegó el turno de un joven director británico, Barney Elliot, que contó en Málaga el origen de su primer largometraje, La deuda (Oliver's Deal). Un buen amigo le contó que los estamentos financieros más potentes del mundo estaban captando antiguos bonos respaldados por el Gobierno peruano para compensar expropiaciones agrarias que se llevaron a cabo en los años sesenta. Cuando se puso a investigar aquellos hechos, se dio cuenta de que lo que hacía su amigo: extorsionar a campesinos para quedarse con aquellos bonos impagados. Y se le ocurrió escribirlo.

La película está ambientada en Perú, pero que podría haber sucedido en cualquier parte del mundo actual. Con los manejos de los «tiburones» de Wall Street y sus turbios contactos con los poderes fácticos de Latinoamérica como trasfondo, la película se adentra en un intenso drama político que explora hasta qué punto la gente está dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere.

Coproducida por Estados Unidos, España y Perú, el proyecto está protagonizado por Steephen Dorf, el español Carlos Bardem y el hispano-argentino Alberto Amman, ganador de un Goya por Celda 211, que da vida al alter ego del director, Ricardo, un joven ambicioso que nada entre dos aguas. Una «plurinacionalidad», ha apuntado Bardem, que le ha dado a la película «cierto aire de aventura».

Rodada en varias localizaciones de Nueva York, Lima y en Huaraz (Perú), situada a más de 4.000 metros de altitud -Amman desvela que más de una vez necesitaron oxígeno-, la cinta cuenta con un reparto local sacado de los teatros peruanos, ha señalado Elliot, porque «necesitaba mucha verdad». Alberto Amman ha comentado que su personaje «encarna la ingenuidad de la clase media que aspira a estar ahí; ha comprado las lucecitas de colores del prestigio y es feliz en Wall Street. El problema es darse cuenta a costa de qué tiene lo que tiene».