El festival

María Jesús González

CULTURA

Relato de verán de María Jesús González, ingeniera técnica agrícola. 53 años. Pantón (Lugo)

02 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El sábado por la noche tuvimos un festival de música en el pueblo: Festival do Castro.

No sabría decir si era música celta, alternativa o rock. El ayuntamiento acondicionó el viejo campo de la feria con un par de váteres de quita y pon y todo se llenó de tiendas de campaña con gente bastante pintoresca.

Los domingos me gusta salir a pasear temprano con la perra mientras la gente duerme y todo está en silencio, si no tenemos en cuenta a los pajaritos. Pero esta vez era como si hubiésemos sufrido una invasión extraterrestre y no se escuchaba ni un pío.

Me extrañó ver la gasolinera abierta. Julito Gasolinas me saludó con un «buenos días» más cargado de bombo que otras veces. Me contó que de madrugada varios jóvenes se quedaron extasiados ante el surtidor de aire, y que él se quedó un poco pasmado viendo cómo le daban al botón una y otra vez, haciendo «pssss, pssss» en una rueda imaginaria.

Me explicó que les dio saludos para la confederación intergaláctica y que ellos le contestaron con «eres un tío enrollado», mientras llenaban al menos diez ruedas invisibles.

Me despedí y seguí mi paseo, esta vez por las calles. Ni pensar siquiera en dar vueltas por los caminos. Era demasiado temerario.

Constaté personalmente que los dos váteres del campo de la feria eran a todas luces insuficientes.

Volvía a casa cuando vi a un joven que se balanceaba hacia delante y atrás. Entre las manos sostenía algo como un teléfono móvil. Parecía tener problemas para mandar un mensaje.

-Perdona, me gusta mucho esa raza de perro- me dijo, intentando acariciar con mano temblorosa la cabeza de mi mascota, que por la expresión estaba pensando seriamente en amputar con sus dientes de auténtica raza «can de palleiro de toda la vida» aquel apéndice bamboleante que se movía sin parar ante a su hocico.

-Sí, sí. Adiós- le dije, tirando de la correa para evitar una desgracia.

-Nooo, hasta más ver- contestó enigmático con una sonrisa sin dientes, intentando enviar un mensaje desde una piedra, supongo que a la nave nodriza, que ya tendría las ruedas infladas.