Olivia de Havilland mantiene vivo el brillo de la era dorada de Hollywood

Xesús Fraga
x. fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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Una de las dos supervivientes de «Lo que el viento se llevó», cumple hoy cien años

01 jul 2016 . Actualizado a las 07:17 h.

Olivia de Havilland ya era una actriz famosa cuando en 1939 filmó Lo que el viento se llevó, pero fue su papel como Melanie Hamilton en el filme de Victor Fleming el que la ha convertido con el tiempo en uno de los mitos de aquella época dorada de Hollywood. A medida que las otras estrellas del filme desaparecían -Leslie Howard en 1943, Fleming en 1949 Clark Gable en 1960, Vivien Leigh en 1967- De Havilland se erigió en el principal símbolo de aquella visión épica del cine, que cobró mayor relevancia a partir del cincuenta aniversario de la película. La actriz y Mickey Kuhn -el hijo de Melanie en el filme- son los dos únicos supervivientes del elenco acreditado que contrató el gran productor David O. Selznick: Kuhn entonces tenía 7 años, ahora 83, mientras que De Havilland alcanza hoy mismo la categoría de centenaria.

Hija de un profesor y una actriz británicos destacados en Japón, tanto De Havilland como su hermana menor, la también actriz Joan Fontaine, recibieron una educación artística por vía materna. Cuando ambas estaban en el apogeo de su carrera se dio la fantástica coincidencia de competir por un Óscar en la misma categoría, que se llevaría Fontaine por Sospecha, dirigida por Hitchcock, lo que alimentó las noticias sobre una rivalidad entre hermanas.

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Con la familia asentada en Saratoga, al sur de San Francisco, De Havilland pasó del teatro escolar al aficionado, pese a la oposición de su padrastro, George Fontaine, de quien su hermana cogería el apellido. Su debut cinematográfico llegó en 1935 con la adaptación de Max Reinhardt de El sueño de una noche de verano, pero su salto definitivo tuvo que esperar unos años más, cuando tras alguna comedia y filmes de época, en 1938 interpretó a Lady Marian en Robín de los Bosques, junto a Errol Flynn en el papel del proscrito. A partir de Lo que el viento se llevó comenzó a trabajar con directores como Michael Curtiz y actores en alza como David Niven o Ronald Reagan, pero una apendicitis interrumpió su carrera. Tras recuperarse, le llegaron los premios: candidata al Óscar a la mejor actriz secundaria en el filme de Fleming, vio como lo ganaba la afroamericana Hattie McDaniel, pero obtuvo su recompensa en la forma de estatuilla a la mejor actriz en 1946 en La vida íntima de Julia Norris y tres años más tarde con La heredera.

En la segunda mitad del siglo, la carrera de Olivia de Havilland corrió pareja a la de otras estrellas de su talla, que, ante la dificultad para encontrar buenos papeles, se refugiaron en la televisión, medio en el que ella debutó bajo la dirección de Sam Peckinpah. En su vejez le llegaron nuevos honores, tanto premios honoríficos y condecoraciones -especialmente en Francia, donde se asentó tras casarse con un directivo de Paris Match- como un creciente interés por Lo que el viento se llevó.

Entre sus asignaturas pendientes, De Havilland citaba no haber cursado una carrera universitaria y afirmaba que le habría gustado la docencia no de haberse dedicado a la interpretación, donde hoy figura en un lugar prominente. Son pocos los que gozan de semejante condición, entre ellos otro intérprete que en diciembre también se convertirá en centenario, Kirk Douglas. Son los supervivientes de una era mítica de Hollywood, junto a otros nombres como los de Doris Day, Zsa Zsa Gabor, Shirley MacLaine o Warren Beatty.