Bomba de calor

Emy Lázaro

CULTURA

Emy Lázaro. 51 años. Leganés. Hostelera.

31 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El traqueteo retumba en los tímpanos de los oídos. Pedalea al ritmo de una máquina de vapor que intenta llegar a su destino. No funciona el ventilador y ya supera la temperatura máxima del bombeo (-0?). La manivela da sus últimos giros, mientras la correa da paso a la corriente por el desagüé del ojo conductor.

Mantener una relación cordial con el frío metal de las bujías es prioritario para llevar los asuntos propios en secreto. El eco sacude con propiedad la fina caligrafía de operar en condiciones mínimas las altas esferas de la aerotermia. Las puntillas determinan al dispensador la desaceleración visceral. Mantiene al rojo vivo las correas de menor consumo energético, que rozan los filamentos al colisionar los extremos. No encuentran salida a la oscuridad latente entre el punto y el lugar exacto de donde partieron. No se oye la consigna estratosférica. Funcional, sin expectativas de aire a nivel de alerta. Sin suministro en todos los espacios comunes. Las ciudades se consumen sumidas en un invernadero de caos cosmopolita, sin la red protectora que las salve. El piloto gigante escupe el automático del encendido. La locución del programa no deja que el aire se enfríe. La turbina genera el deshielo de los radiadores y contamina el ambiente. Los sofocos se apagan con bofetadas de calor, recién reparados por el asistente de turno. Se colapsa el regenerador térmico, una cilindrada por la vía de escape. La alerta es extrema. No conecta el sifón con la perforadora. Se ralentiza el condensador del aire acondicionado y ya son demasiados los grados del respiradero. La combustión es una bomba de gas. Se teme colisione con los anillos del desagüe y rompa el casco del techo. Romper es la única solución para que los vapores vuelvan a su sitio. Navegar por la atmósfera sin presión ahoga: otra vez que la manguera no traga.

Emy Lázaro. 51 años. Leganés. Hostelera.