La película protagonizada por Kristen Stewart no es un filme complaciente ni redondo, pero resulta fascinante en su reformulación del relato de terror al uso
20 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.La última apuesta de Olivier Assayas es una película perturbadora, de esas que no dejan indiferente, granjeando amor y odio a partes casi iguales. No es desde luego un filme complaciente, ni tampoco redondo, pero resulta fascinante en su reformulación del relato de terror al uso.
Maureen es una joven que reside en París y que sobrevive en esa ciudad trabajando como encargada del guardarropa (empleo también denominado personal shopper) para una celebridad, mientras intenta contactar con su hermano gemelo recién fallecido. Eso de ser personal shopper a la par que medium no deja de ser una extraña combinación, pero Assayas consigue dotarlo de un aura de misterio y hastío (el que la protagonista siente ante su trabajo), valiéndose de nuevas herramientas para procesar el miedo, como son las tecnologías. ¿Un filme de autor con la premisa de un muerto que se comunica vía mensajes de texto al móvil? No deja de ser una propuesta, cuando menos, diferente.
Cierto que esta película no alcanza ni mucho menos las cotas del anterior trabajo del director, la espléndida Viaje a Sils Maria (2014), pero conserva su tono y sigue ahondando, aunque aquí ya de modo más indirecto, en la trastienda de la fama y sus vericuetos. Comparte también actriz con esa cinta, la reconvertida por méritos propios en nueva musa del cine alternativo/de autor/indie Kristen Stewart, demostrando una vez más su magnetismo ante la cámara. Stewart es, como lo era en Sils Maria, una mujer-satélite de la fama por motivos laborales que a su vez deja entrever un mundo mucho menos glamouroso de lo que resulta en el photocall.
Y aunque cuenta con algún que otro giro tramposo, así como con efectismos finales, Personal Shopper resulta a la postre un largometraje atrayente donde lo sobrenatural encuentra el equilibrio con la alienación del mundo actual.