«The Square», del sueco Ruben Östlund, Palma de Oro en el Festival de Cannes

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

SEBASTIEN NOGIER | EFE

Joaquin Phoenix y Diane Kruger, premios de interpretación, y Nicole Kidman, galardón especial por la 70.ª edición

29 may 2017 . Actualizado a las 01:13 h.

En el año en que se esperaba la tercera Palma de Oro para el cineasta de la crueldad, Michael Haneke, apareció un sueco, Ruben Östlund, y mandó a parar. Y con las mismas armas del cineasta austríaco -las del cinismo despiadado para con la fea burguesía- pero mucho menos talento, se llevó Östlund los laureles áureos del Festival de Cannes con The Square. Su película desnuda la ambivalencia de una sociedad biempensante, representada por el director de un museo de arte contemporáneo en cuyo microcosmos hace reinar la solidaridad y el mestizaje cultural. Toda su tramoya se desmonta cuando le roban su móvil y provoca que un niño inmigrante, al que ha acusado del hurto, devenga su archienemigo. No se trata, ni de lejos, del mejor cine visto en la competición. Y es inferior al filme anterior del propio Östlund, Fuerza mayor. Pero de las palabras de Pedro Almodóvar sobre la decisión final -cuando afirmaba que «se peleó mucho, pero al final ganó la democracia»- se infiere que hubo fuerte división entre ese jurado muy de diván y de confrontación de egos asegurados. Y de esa fricción, seguramente The Square salió ganadora a los puntos frente a las otras tres vibrantes películas que se intuyen con apoyos, entre ellos el de Almodóvar, a la vista del palmarés. 

Robin Campillo y Sofia Coppola

En primer término, la francesa 120 battements par minute, a la que se daba por casi segura vencedora en las quinielas de los días previos, en la que Robin Campillo pone nobleza y sobriedad a los pioneros de Act Up en la lucha contra el sida en la Francia de Mitterrand, inactiva ante la pandemia. Se llevó el Gran Premio del Jurado, que viene a ser la plata. Luego, The Beguiled, el excelente remake de El seductor por el cual Sofia Coppola obtiene solo el premio a la mejor dirección, cuando tantos esperaban que fuese ella la segunda directora en ganar la Palma de Oro, tras Jane Campion. Y en tercer lugar, la otra película que sale muy reforzada del palmarés con dos premios, You Were Never Really Here, con esa perturbadora huida hacia delante de un killer, un samuray deshabitado, por el cual el descomunal Joaquin Phoenix, quizá el actor más eminente de nuestro tiempo, obtuvo el galardón como mejor actor y lo recogió en zapatillas; y su directora, Lynne Ramsay, el de mejor guion por esa ruta de sangre sabia que muchos ningunearon.

El filme de la escocesa Ramsay comparte este premio de guion con otra obra del cine impío reinante este año, la mayúscula y dolorosa The Killing of a Sacred Deer, con la que Yorgos Lanthimos, cirujano con precisión lacerante del cine del desasosiego, se convierte en nuevo chico mimado de Cannes, tras obtener ya premio hace dos años con Langosta.

El palmarés no se olvida de otra de las películas esenciales de esta edición. Loveless, de Andrey Zvyagintsev, es certera descripción de Rusia como radical Estado fallido y pudridero moral de una sociedad con valores de burdel. Pero ese dantesco diagnóstico nace de una narración depurada de efectismos y truculencias morbosas. Justo los delitos que comete el turco-alemán Fatih Akin en su deplorable In the Fade. En ella, justifica la venganza de una mujer cuyo marido e hijo han sido ejecutados por un grupo terrorista neonazi. Por eso, el personaje de justiciera que encarna en ella la notabilísima actriz Diane Kruger, con la mochila bomba como solución de revancha frente a los asesinos a los que la ley dejó libres, posee una naturaleza ética inaceptable. Y premiar como mejor actriz a Kruger -y sus palabras de solidaridad con los afectados por el terrorismo declamadas desde el escenario- es una decisión de connotaciones ideológicas y morales espantosas. 

Estajanovismo y pleitesía

El premio especial del 70.º aniversario a Nicole Kidman honra al festival de Cannes. Esta actriz a la que hemos visto en diez días encarnar a una musa punkarra, a la superiora del monasterio laico de Sofia Coppola, a la sangrienta madre coraje del cine sádico de Lanthimos y a una feminista lesbiana y enseñoreada de canas en una serie de la realizadora neozelandesa Jane Campion, y salir viva y cuerda de todo ese estajanovismo, se merece una pleitesía. Aunque al alma sensible de Bertín Osborne le parezca que la cirugía ha dejado a Nicole muy fea.