Luis Sepúlveda: «La literatura es fundamental para comprender por qué ocurrieron las cosas»

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

ALESSANDRO DI MARCO | EFE

El periodista y escritor rescata a su álter ego Juan Belmonte en un «thriller» sobre el genocida Krassnoff

14 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nómada y rojo de nacimiento -vino al mundo en un hotel, en camino, hijo de una enfermera mapuche y de un militante del Partido Comunista-, exiliado durante la dictadura de Pinochet, activista político, ecologista y desde 1997 asentado en Gijón, el escritor y periodista Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949) presenta El fin de la historia (Tusquets), un thriller -«la propia historia te dice cómo quiere ser narrada»- basado en el intento de Rusia y Ucrania de comprar la libertad del genocida Miguel Krassnoff, último jefe cosaco, condenado a mil años de prisión por crímenes de lesa humanidad y preso en una cárcel chilena.

-Recupera a su álter ego, el ex guerrillero Juan Belmonte.

-Fíjate las paradojas de la historia. En 1917 el responsable de la seguridad del nuevo Estado soviético, Trotski, perdonó la vida al abuelo de Krassnoff sin imaginar que ese gesto iba a arruinar la vida de los chilenos 60 años después. Cuando yo supe del intento de liberar a Krassnoff, nació esa pregunta, que es como nacen todas las novelas siempre: «¿Y si...?, ¿y si pasara algo, y si decidieran mandar a alguien a liberarlo, quién se podría oponer, cómo..? Y llegué a la conclusión de que el único que podía impedirlo era Juan Belmonte, al que yo tenía descansando, viviendo tranquilamente como yo en Asturias.

-No hubo vuelta atrás en su exilio, pero vuelve a aquellos años.

-La literatura es un espacio fundamental para ordenar y establecer los nexos que permiten comprender por qué ocurrieron las cosas. En esta novela hay un paseo que empieza en 1917 y termina en el 2010. Un siglo muy rico en hechos. Pero a mí me interesa sobre todo rescatar algo que se llama la integridad humana, la dignidad moral de mucha gente que participó de los procesos por cambiar el mundo y no está en los libros de historia, que tuvieron coraje cívico y civil, no extraordinario, y actuaron en consecuencia. Claro, eran otros tiempos. Había grandes referencias éticas a las que agarrarse. Cuando ex presidentes de Gobierno se transforman en consejeros de multinacional...

-¿Qué se puede hacer?

-Hay un rebrote simplista, nos falta el relato de cómo debe ser la alternativa, pero siento que se está construyendo, especialmente por el esfuerzo de la gente joven. Soy optimista. También hay un trasvase generacional de experiencias. Ahí está el libro de Stéphane Hessel, Indignaos, lo que provocó. Y Carlo Petrini y yo hemos publicado un libro sobre sostenibilidad y ciudadanos (mejor que consumidores) y ha sido enormemente aceptado por jóvenes de Alemania, Italia, Bélgica...

-¿Influyó Francisco Coloane en su conciencia ambiental?

-Algo hay, pero yo siempre repito que tuve la suerte de haber sido educado en la escuela pública, laica y gratuita de Chile. Que era buena, muy buena. Y una de las cosas que nos enseñaban era que vivíamos rodeados de algo que se llamaba ambiente y debíamos construir relaciones armónicas con él.

-Ha vivido en doce países y en infinitas utopías, dice su editor. Ha tenido una vida legendaria.

-Soy un señor de otra época, mis hijos lo dicen siempre: «Eres como el doctor Livingstone». Y a mí me gusta pensar que mi nacimiento en aquel hotel me marcó, que me dijo: «Oye, tu destino va a ser moverte, moverte, moverte».