Amélie Nothomb pone en solfa a la rancia aristocracia y homenajea a Oscar Wilde

Miguel Lorenci / Colpisa MADRID

CULTURA

Marta Perez | EFE

En «El crimen del conde Neville», la escritora belga decanta su singular y vitriólico estilo en apenas cien páginas que se leen en un suspiro

19 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Intensas, plenas de matices y suavemente adictivas. Las sarcásticas novelas de Amélie Nothomb (Etterbeek, 1967) se asemejan al mejor chocolate belga. Si kafkiano o felliniano son términos reconocibles para todos, es probable que se acuñe el adjetivo nothombiano para definir los inquietantes y sulfúricos mundos de Amélie. La escritora belga los encierra en las mordaces novelas que publica con regularidad helvética, a razón de una al año.

Sus adeptos, una legión creciente, tienen ya en las librerías El crimen del conde Neville (Anagrama). Decanta Nothomb su singular y vitriólico estilo en apenas cien páginas que se leen en un suspiro, plenas de burbujeantes diálogos a caballo entre una partida de pimpón y de ajedrez.

Con sus cargas de profundidad y su elegante ironía, en un homenaje explícito al Oscar Wilde de El crimen de Lord Arthur Savile, Nothomb vuelve a casar la tragedia griega con el cuento de hadas. Esta vez para ofrecer una inmisericorde visión de la más rancia nobleza belga, en el sentido más literal e innoble de la expresión. Una casta decadente y anacrónica a la que pertenece esta atrabiliaria y constante narradora.

Tensión y sorpresa final

El lector sabe desde el primer momento que el conde cometerá un asesinato. Pero Nothomb mantiene la tensión hasta la sorpresa final de esta profunda fábula de aparente ligereza. «Pronto dará usted una gran fiesta en su casa. Durante esa recepción, usted matará a un invitado», le anuncia una vidente en vísperas del ágape en el que se despide de su fastuoso castillo y de su insostenible condición de aristócrata, ya que se plantea vender la residencia y sus predios.

Los Neville, excéntrica y arruinada familia de alcurnia, han invitado a la crema de la sociedad a su garden party anual, una tradición irrenunciable pese a que su mundo se derrumba. Con estos mimbres arma Nothomb otra perversa y deliciosa tragicomedia sobre las apariencias, los infiernos familiares, el peso de los secretos, el dolor de la infancia, las incertidumbres de la adolescencia y los caprichos del destino.