Refrescante pasada de rosca

miguel anxo fernández

CULTURA

Una de las virtudes de «Baby driver» radica en integrar la música como parte de la acción

09 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Del guionista y director británico Edgar Wright conocemos su interés por transgredir el cine de género en Zombies party (2004), Arma fatal (2007) y Scott Pilgrim contra el mundo (2010), entre otros. Desde entonces, a una depuración de estilo en cuanto a forma y ritmo añade mayor sutileza y contención en la parodia, como es el caso de Baby Driver, que de entrada aparenta otra carallada más para el verano, sensación potenciada por un tráiler cañero con fuerte olor a rueda quemada y ruidosa refriega balística. Y aunque de eso hay mucho, también hay un claro intento de revolcar a las películas de atracos desmadrados, con un driver que se las sabe todas, en este caso añadiendo la singularidad de moverse a impulsos de la música que escucha en su iPod y que sirve a Wright para desplegar un catálogo de rock, pop o funky, en fin, con Queen, James Brown, T-Rex, The Commodores y otros varios. En eso radica una de sus virtudes, la de integrar la música como parte de la acción.

Los riesgos de tomarse a broma las convenciones suelen derivar en tópicos y caricaturas. Tanto en actitudes como en diálogos, algo que aquí se nota mejor cuidado en el diseño de personajes. El papel de Spacey es puro delirio, frente al límite al que llegan los vestidos por Foxx -apodado Loco- y Hamm, antaño bróker y ahora uno de esos villanos a los que les caen todas y de todo y siguen coleando hasta la traca final. La inclusión de un crío usado como cebo en la oficina postal es desternillante. Añadamos las secuencias de persecuciones y de tiroteos urbanos, dos modalidades que provocarían cólicos a los clásicos de la acción en Hollywood. Bien rodadas, sin duda. También ruidosas, ya que el Dolby Atmos en las salas está para ser amortizado. Finalmente, una historia de amor, la espoleta que desmelena la trama. Obra maestra no es, pero tiene gracia veraniega. Incluso Wright logra que las convenciones sean algo menos. La estrella de la franquicia Divergente, Ansel Elgort, pide a gritos mayor pericia dramática, aunque parapetarlo bajo unas gafas de sol quizá sea otro síntoma de cáustica inteligencia por parte de Wright.