Angela Schanelec: «El sonido puede apelar al espectador de manera más directa que una imagen»

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La cineasta Angela Schanelec (izquierda), con una parte de su equipo, durante el rodaje de la película «Estaba en casa, pero...»
La cineasta Angela Schanelec (izquierda), con una parte de su equipo, durante el rodaje de la película «Estaba en casa, pero...» Joachim Gern

El nuevo trabajo de la realizadora alemana «Estaba en casa, pero...», mejor filme en la sección Zabaltegi de San Sebastián y Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale, llega este viernes a las salas españolas

04 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha convertido en una de las autoras más relevantes del panorama de cine europeo actual. Su obra no es para todos los públicos, y mucho menos para forofos de las palomitas. La realizadora alemana Angela Schanelec (Aalen, 1962) requiere un gusto por el tempo demorado, un visionado reposado, dejarse llevar por un relato que a la vez pide la participación activa del espectador para cerrar la historia narrada con un estilo muy abierto, elíptico, que hay quienes han emparentado con la obra de Ozu y de Bresson. Así, asegura que no le preocupa el público, educado en las producciones de Hollywood y propenso a los largometrajes explícitos, lineales, masticados.

Este viernes 4 de septiembre llega a las pantallas españolas su filme Estaba en casa, pero... En Galicia pasará por las salas Numax (Santiago), Dúplex (Ferrol) y Códex (Lugo). Hasta tal punto sus relatos son abiertos que, dice, Estaba en casa, pero... es una película sobre el duelo si el espectador así lo decide, si así surge en su cabeza. «Yo no tenía planeado hacer una película sobre el duelo, lo que no significa que no pueda serlo», insiste.

La mente del espectador, explica, es parte de la película: «Él es un autor tanto como lo soy yo. Una vez finalizo la película, mi mente ya no tiene más importancia que la de los demás». Por lo mismo que acepta que se le diga que en el corazón de esta película está también la familia y los vínculos afectivos, las zozobras de sus miembros (una madre y dos hijos; Astrid y Phillip y Flo) en un momento de quiebra sorda, tras la muerte del padre, de la que no se habla expresamente y que debe deducir el espectador. La cinta aborda situaciones en las que los personajes no hallarán recetas, chocando una y otra vez contra un muro emocional, quizá cada vez con menos fuerza, a medida que la superación del dolor, que la esperanza, se antoja como algo probable.

Igual que el filme no se plantea respuestas, tampoco tiene ningún mensaje que ofrecer. «Dejo que los personajes hablen. Astrid habla e intenta expresar algo y, por ejemplo, cuando discute con el director sobre lo que considera que es una idea incorrecta de cine, es su lucha, no la mía. Por tanto no hay ningún mensaje detrás -corrobora Schanelec-, al igual que no lo existe en las escenas de Hamlet. No quería expresar nada más que lo que se ve en la pantalla. Los niños, que pronto serán adultos, se confrontan consigo mismos al leer unas líneas de Shakespeare hablando de un hijo que se vuelve loco al comprender que se encuentra en un mundo lleno de mentiras y egolatría».

Uno de los aspectos más chocantes y enigmáticos de Estaba en casa, pero... son la apertura y el cierre de la película con unas escenas animales, de depredación pero también de cohabitación (en una vivienda desocupada, sucia) entre distintos. A la cuestión de si detrás de estas imágenes hay alguna intención alegórica, onírica o metafórica, es por fin contundente: «No hay metáfora en la presencia de los animales. No hay alegorías en mi película que precisen ser interpretadas. No hay significados ocultos tras los animales. Ellos se encuentran en la naturaleza, pero también viven en una casa, me ofrecen un sentimiento de paz y aceptación. No buscan nada, excepto comida. Respiran, caminan y duermen cuando están cansados», zanja sin dar pista alguna sobre su posible papel en la narración, aunque en alguna ocasión los ha relacionado con Los músicos de Bremen, un cuento recogido por los hermanos Grimm que versa sobre animales abandonados por sus dueños.

Otra de las cosas que sorprende de Estaba en casa, pero... es el llamativo empleo narrativo que hace del sonido, tan persistente y epidérmico... El filme echa a andar con casi diez minutos de relato sin voces humanas, sin diálogos, recurso en el que reincide a menudo. El mundo exterior, la realidad, se hace presente, reforzado a través de sus propios ruidos. Del mismo modo, prescinde de la música, apenas el Moon River de Mancini y Mercer cantado por Phillip a Flo a modo de nana y una acariciante versión del Let's Dance de Bowie. En esto sí es reveladora: «El sonido, creo, puede apelar al espectador de manera más directa que una imagen. El oído implica a todo el cuerpo, tanto de manera directa como a nivel de subconsciente».

«No sé lo que determina mi estilo; puedo decir, simplemente, que la imaginación es esencial para mí»

La elipsis es una herramienta fundamental en la narrativa de Angela Schanelec. Eso sí lo acepta. También hay un humor en algunas escenas cotidianas en Estaba en casa, pero... que, con su fugaz levedad, rompe esa tensión dramática: la adquisición de una bicicleta, el baile de Bowie, la bronca al director de cine, las cosquillas, la compra en el supermercado, los niños esperando sentados en la calle... ¿Son indicios que hablan de que la vida sigue? ¿Quizá la misma inocencia sin prejuicios de los niños contribuye a pensar una salida al abismo? La realizadora alemana acepta el planteamiento, pero tampoco lo suscribe entusiasta... Lo deja para el espectador.

Resulta interesante cómo usa dos escenas bellísimas de tempo lento, decisivas para conferir ritmo al filme. Su paz ejerce un contrapunto clave al ataque de ira de la madre en la cocina contra la actitud de los niños, que después se repite con sus risas. Son la toma general fija que alarga hasta el límite en la piscina con las cristaleras del jardín al fondo mientras la niña espera a la madre que nada y la de los dos hermanos caminando por el río. ¿Encuadres y colores medidísimos -que desbordan la austeridad de los diálogos- como argumentos de reconstrucción? «El encuadre, los colores y demás elementos de estilo -replica Schanelec- tampoco están sujetos a ningún concepto. El encuadre construye la película, los colores muestran la luz. No sé lo que determina mi estilo. Puedo decir, simplemente, que la imaginación es esencial para mí».

Sea como sea, la película Estaba en casa, pero... ha tenido una buena acogida en los festivales, ya que se hizo con el premio al mejor filme en la sección Zabaltegi de San Sebastián y el Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale.