Estas son las millonarias obras maestras con las que Tita Cervera podrá hacer caja

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Tita Cervera sale del Museo Thyssen, a 09 de febrero de 2022, en Madrid
Tita Cervera sale del Museo Thyssen, a 09 de febrero de 2022, en Madrid Antonio Gutiérrez

El acuerdo de alquiler con el Gobierno recoge la posibilidad de que la aristócrata venda tres lienzos de su colección, formada por 330 cuadros.

27 feb 2022 . Actualizado a las 08:11 h.

Ser rico sale carísimo. Bien lo sabe Tita Cervera, la baronesa Thyssen, que necesita periódicas y potentes inyecciones de liquidez para sostener su elevado tren de vida. Los 6,5 millones de euros que recibirá cada año del erario durante los próximos tres lustros, 97,5 en total, no parecen suficientes para sufragar los muchos gastos de la aristócrata. Con residencias en Andorra, Madrid y Sant Feliu de Guíxols, la viuda del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza tiene además que atender a sus hijas, las gemelas Carmen y Sabina, entenderse con su exigente hijo Borja, pagar el séquito a su servicio, hacerse cargo de su seguridad y la de sus bienes y sostener el costoso mantenimiento de un yate y de un lujoso parque automovilístico en que llegó a incluirse un Rolls Royce Silver Phantom. «Necesito cash», clamó sin tapujos la baronesa en 2012 antes de subastar en Londres La esclusa de John Constable, una de las joyas de su colección y por el que obtuvo unos 28 millones de euros. Por entonces comenzaron las negociaciones para renovar el alquiler de su colección, que cedió gratuitamente durante años, y en las que Tita y sus abogados se las han visto con una decena de ministros de Cultura.

La negociación estuvo a punto de irse al traste en varias ocasiones y la baronesa presionó en 2020 sacando de su colección el Mata-Mua de Gauguin, valorado en unos 225 millones de euros. El acuerdo se rubricó al fin el pasado día 9 en el propio museo, con Miquel Iceta al frente de Cultura. El Mata-Mua es la joya de la corona de la colección de la baronesa y del museo, y volvió dos días antes de la firma para quedarse, al menos durante quince años, en el palacio de Villahermosa y flanqueado por otras ocho obras de Gauguin. Carmen Cervera ya no podrá venderlo. Habría podido hacerlo en los casi dos años que tuvo el cuadro en un búnker de Andorra, pero el acuerdo suscrito con el Estado le impide ahora explícitamente enajenarlo.

Junto al Mata-Mua la baronesa sacó otros tres cuadros del museo durante la pandemia: Caballos de carreras en un paisaje (1894), de Edgar Degas; El Martha Mckeen de Wellfleet (1944), de Edwar Hopper, y El puente de Charing Cross (1899), de Claude Monet. La aristócrata no lo ha confirmado, pero se da por hecho que ha vendido el Monet. Podría haberlo adquirido un potentado jeque árabe que habría pagado una cifra estratosférica que hay quien sitúa por encima de los 130 millones de euros. Tampoco ha dado Tita la menor explicación, ni tiene por qué hacerlo, sobre el destino del Hopper y del Degas, piezas soberbias que podrá vender por otra millonada a coleccionistas privados o en subastas.

El contrato de alquiler autoriza a la baronesa a vender hasta tres obras de las 330 de su portentosa colección, de la que se exhiben 179 en las remodeladas salas del Thyssen. Alquiladas con una opción de compra preferente para el Estado al finalizar el contrato, su valor de seguro supera hoy los 1.500 millones de euros. Una cifra que podría parecer irrisoria dentro de quince años. Si sus necesidades de liquidez se hacen imperiosas y Tita decide colocar alguna de las tres obras que puede vender, tendrá mucho donde elegir. No en vano su colección es un océano de obras maestras con piezas de Monet, Matisse, Picasso, Van Gogh, Courbet, Sisley, Renoir, Degas, Kandinsky, Gris Rodin y un largo etcétera. Hay una tela de casi 55 millones de euros, otra de 45, y dos que rozan los 40, además de una veintena de obras que se aproximan a los 20 millones. Cualquiera de ellas podría alcanzar precios muy por encima de su valoración actual en una subasta.

La segunda pieza más cara de la colección es La casa de las rosas (1925) de Claude Monet, valorada en unos 55 millones de euros. Los segadores (1907), de Pablo Ruiz Picasso, se queda en 45 millones. Por encima de los 35 cotiza otro Monet, La cabaña en Trouville, marea baja (1881). Es la misma valoración que tienen Conversación bajo los olivos (1921), de Henry Matisse, y Campo de trigo (1879), de Auguste Renoir. Calle de Nueva York con luna (1925), de Georgia O'Keeffe, está valorado en unos 27 millones de euros, cinco más que los 23 que tiene como valor de seguro Molino de agua en Gennep (1884), de Vincent van Gogh. En algo más de 22 millones se valoran La inundación en Port-Marly (1866), de Alfred Sisley, y Piazza Navona, Roma (1699), de Caspar Adriaasnz van Wittel, Vanvitelli.

En los 18 millones se quedan obras como Marina, L'estaque (1906), de Braque; Jardín del Edén (1612), de Brueghel; Los jockeys (1882), de Toulouse-Lautrec; La soledad. Recuerdo de Virgen. Lemosín, de Corot: Portuguesa (la gran portuguesa) (1950), de Robert Delaunay; El hombre blanco (1907), de Lionel Feininger; Pesca (pescadores) (1909), de Natalia Goncharova; Mujer sentada (1917) de Juan Gris y Murnau, casas en el Obermarkt (1908) de Wassily Kandinsky.

Hay cuatro mármoles de Auguste Rodin valorados en más de 13 millones cada uno: El nacimiento de Venus (La aurora) (1907), Cristo y la Magdalena (1905), La muerte de Atenas (Lamentación sobre la Acrópolis) y El sueño (El beso del ángel) (1905). La Fundación Colección Thyssen-Bornemisza es la gestora las obras que están a nombre de las sociedades Nautilus y Omicron Collections, radicadas en Andorra. Tiene el derecho de explotación comercial y de reproducción de imágenes de todas estas piezas, la mercadotecnia y de los préstamos a exposiciones temporales, nunca de más de 20 piezas.